…punto fin se acabó, y te callas –dijo Fest, y yo le creí… por un segundo.

Bueno el punto al que quería llegar es, todos los libros que he leído últimamente describen al amor de una manera tan apasionante que de sólo imaginarme las escenas siento escalofríos, dime, tu que eres escritor, ¿vives así de “apasionado”? -o sea, existe ese alguien que pueda ser (toda ella) esa fuente de inspiración- o simplemente acumulan momentos que después unen a una persona ficticia para conviertirla en maravilla y perfección.

Esa preguntita le llegó a Fest por mail esta noche y en ánimo de sentirse como en programa de televisión (“El abuelito piensa qué…” o bien, “En la opinión de…”), debería responder la pregunta siendo lo más honesto posible: La verdad es que él no considera que escribe escenarios de amor, no sabe opinar por otros escritores que ya tienen un rato con el corazón en la mano (en los títulos de sus libros y en el grosor de sus chequeras). Sin embargo, él siente que escribe de puras paranoias, accesos neuróticos, momentos demasiado sensibles. Si el hermano de Fest tuviera la última palabra acerca de lo que aquí se escribe, sería que el escritor es un emofag. ¿Qué es un emofag? La definición, casi literal, en español sería: puto emotivo. Para explicarlo mejor, Fest recomienda que vean la película Al diablo con el diablo (aquella película donde sale Brendan Fraser y Elizabeth Hurley), en la sección del chico sensible. No es que Fest se la viva llorando cuando ve un amanecer bonito o que se sienta demasiado afortunado (con una lágrima desbordándose poco a poco) de tener una mujer que le quiera tanto, sin embargo, sabe que a veces el sentimiento es demasiado y aunque procura expresarlo de la manera indicada se autoanaliza y termina por declararse cursi en exceso.

No sabe de otros escritores, pero sabe de sí mismo. Mucho de su amor también es neurosis y una buena dosis de tolerancia a la enfermedad. Su novia, si hablara de ello frente a una grabadora, gastaría cintas y cintas acerca de los problemas que luego aquejan a Fest, de cómo no deja de darles vuelta, de cómo es incisivo con las cosas, de lo arrogante y macho que a veces se siente. También hablaría de los celos inexplicables que le tiene a su perro, a sus libros y a sus exnovios. Sin embargo, Fest cree entender en buena medida, que ella le quiere muchísimo (le ama en realidad, pero conservemos eso como un sutil secreto), porque detrás de toda esa neurosis (esos arranques violentos de pasión por la vida en si) se encuentra un hombre devoto y que no sería capaz de abandonar a la persona que más quiere. Fest piensa que el amor no solamente es lo bonito, sino también las enfermedades que lo rodean y mucho de la lucha por amar, viene en el tratamiento de esas enfermedades incurables (no hay enfermo que se cure, si no desea curarse). No puede permitirse el lujo de hablar de las enfermedades de su mujer (por dos cosas: porque no las tiene o bien, porque no sabe que las tiene), pero conoce muy bien las propias y sabe que el amor es curar o tratar.

Ahora, un escritor no podría darse el lujo de solamente escribir una enfermedad sin dar alguna cura. Bueno, si quiere escribir una tragedia tal vez si. Aunque incluso Edipo se curó la enfermedad del incesto al sacarse los ojos. Crimen y castigo (o solución, o redención). Pero también el trabajo viene por parte del lector, quien da la solución final al problema que le plantea el escritor enfrente. El escritor podrá escribir la escena más grande de amor jamás concebida, sin embargo, el lector debe comprarle la idea o bien, el lector acabará pensando que ese amor es sólo odio o un arranque de pasión, o letras sin sentido. En cualquier arte, tratar el amor es uno de los problemas más grandes, porque es un tema totalmente subjetivo para cada persona. Fest puede hablar del amor que siente, lo ha intentado muchas veces, pero es hielo delgado porque fácilmente pueden mal interpretarlo o ignorarle.

Fest cree que así esta bien, porque de esa manera surgen un millón de historias distintas, con un sólo amor en la línea.