Tiene las manos frías. Fest pensó en la tarde, mientras caminaba por la calle, que lo bonito de diciembre es el frío. Sus manos engarrotadas en el bolsillo, sus labios temblando un poco, el cigarro amenazaba con caerse en cualquier momento. Ah, qué deliciosa contradicción: no podía mover los dedos pero pensaba en la belleza de diciembre.
El frío es un aviso para los niños, les indica el deber de abrigarse bien porque Santa Claus no tardará en visitarles y es mejor recibir los regalos (y las vacaciones) sin mocos y tos de perro. Hay historias alternas, bien conocidas entre los chavitos que fuman mota, donde Santa Claus conserva bien escondida su lista de niñas malas para llegar a visitarlas cuando son mayores de edad. –Te estoy cayendo de sorpresita Maribel, JO JO JO –diría Santa, con unos whiskys encima–. Cierra la puerta, que tenemos muchos pecados que redimir. Lo que pasa detrás de puertas, es que Santa Claus saca un jueguito de Jenga(TM) o unas cartas, y juega con las niñas malas toda la noche. No las deja dormir. Si acaso lo intentan, entonces Santa Claus les pica los ojos, o les tapa la nariz. Después de la cruda de sueño, cigarrillos y whisky, las manda a trabajar y/o a estudiar. Eso lo repite una o dos veces al mes. Lleva una cuenta de cuántas noches requiere cada niña para pasarla al otro lado. Esa cuenta no la anota, porque sabrán que Santa tiene una memoria prodigiosa… de verdad que es un chingón. ¿Por qué Santa no visita a los niños malos? Bueno, porque eso lo hacen algunos sacerdotes o bien, eventualmente los mandan a prisión. Nadie escapa del juicio terrible de Santa, pero no me dejarán mentir, las niñas aún tienen preferencia en este horrible mundo donde el machismo asqueroso impera.
Yo de ser Santa Claus, envidiaría su trabajo de visitar nenas malas y con este frío enorme, le envidio un chingo el puto abrigo rojo que se ve tan calientito y espacioso.