En cinco minutos perdió las palabras para hablarte a vos. En medio de aquella bacanal, dentro del río de gente donde nadaban como salmones luchando por la reproducción, las damitas pasadas de copas habían frotado sus faldas contra tus jeans ajustados y los hombrecitos le retaban a beber cerveza de un trago esperando que esa hombría les trajera a la mujer de su vida. Su vida, esa noche. Ahí también estaba él, en el mismo lugar que vos, porque destino nos reúne con todos los seres del mundo en algún punto determinado de nuestras vidas (espacio y tiempo, son tantos los segundos y los centímetros que es inevitable no toparnos con todos). No era nada especial, ni sonrías, pero sería bonito, ¿no lo crees? Él te miraba sutilmente, arrastrándose en decenas de escenarios imaginarios para llegar a preguntarte si preferías el clavel o la rosa. Ay, que el reggaeton y el hip hop, meneaba los pechos y las piernas, abría los labios y cortaba respiraciones a pulmones cancerígenos, hombres y mujeres sudorosos destilando alcohol por los poros y sus cabellos rizados brillaban a compás de las luces. Si te digo… esperaba el momento en que el tipo grande y gordo se apartara de ti, él confiaba en tu destreza de mujer, un hechizo que trajera a las musas al hombro del gordo, hadas de vodka que le obligaran a beber toda la noche y lo llevarían con encantos a su cama, sin compañía, con la garganta quebrada por los cigarrillos y las risas tan necesitada para socializar, y se le caería una lagrimita porque no cogió contigo esa noche y tendría que mirar porno y tocarse solo. Él confiaba bien en vos. Aspiraste una línea de coca, que droga tan anticuada te dijo una amiga y se rió de vos, con ojitos de éxtasis, y mirabas lucecitas, como las otras trescientas almas en ese lugar, un mar de libélulas buscando redención. Él no dejaba de mirarte. Te drogaste para que le fuera más fácil. En tus cinco no buscarías amor en vasos vacíos. Si no se acercaba, no importaría, tú continuarías divirtiéndote, te tragaría la bacanal y te regurgitaría al día siguiente. Un día que no importaba, incluso importaba menos que esa pequeña línea que podría unirlos tarde o temprano.