Fest miró la cocina y cuando vio que los sartenes estaban sucios, y que no podría calmar su hambre a no ser que alguien se animara a lavarlos, hubiera preferido tener dinero para salir al McDonald´s de la esquina y comer porquería. Sin embargo, no lo tenía. Así que hizo lo que todo muchachito decente hubiera hecho en su lugar: lavó los trastes. Ya había lavado la mitad cuando se dijo–. Bueno, ya chidito, puedo prepararme algo de comer. En dos minutos descubrió que no tenía aceite. Hizo jeta de fatidio, buscó en sus bolsillos y había lo suficiente para comprar uno. Salió y lo compró. Al regresar, no pudo tolerar los otros trastes sucios, que ya eran pocos, pero estaban ahí. Así que antes de cocinarse, siguió lavando los trastes.

Entonces… lo escuchó. Un claxon en un clásico “BIP, BIP, BIIIIIIIIIIIIP” (Te estoy esperando, baja ya). No le tomó importancia.

No pasaron ni quince segundos, cuando volvieron a tocar el claxon. El iTunes tocaba música chill-out a todo volumen en la sala. Se le hizo curioso el contraste, entre el claxonazo del citadino chilango que lo usa como una extención de su neurosis y la música hecha para tomar cafecito en algún lugar calladito y condechi. Alguien bajará pronto, pensó Fest.

Tres series de claxonazos más. Entonces gritó por la ventana–. ¡NO MAMEN! ¡ESTAMOS EN UN ESTACIONAMIENTO! ¿POR QUÉ CHINGADOS TOCAS EL CLAXON ASÍ? –Evidentemente, nadie le respondió, pero hubo un silencio que duró más de cinco minutos. Asintió satisfecho, los había puesto en su lugar. Los trastes ya estaban lavados, sólo restaba el problema de su comida… el hambre pareció potenciarse con cada bocinazo. Caminó tranquilamente al refrigerador, lo abrió, sacó unas salchichas. Sacó un cuchillo enorme y empezó en cortar en rodajas las salchichas.

El claxon sonó de nuevo.

Fest miró el cuchillo.

El claxon sonó otra vez.

Fest dejó el cuchillo, suspiró, se fabricó una sonrisa amable y salió del departamento, en el camino al estacionamiento prendió un cigarrillo. Identificó el coche de inmediato, un tsuru gris, dónde una señora mal encarada tenía la puerta abierta y miraba a un edificio en particular. Se mordió los labios, si era una señora, era posible que fuera más difícil decirle algo sin recibir una respuesta inmediata, incluso una cachetada. Siguió caminando al coche y cuando estuvo a tres coches de distancia, se recargó en uno de esos coches antiguos / basureros, y le miró fijamente. La mirada era esencial para que la señora no interrumpiera el diálogo que estaba preparando. La señora pareció notar su presencia porque dudó de tocar el claxon. Hizo lo que un buen chilango hace en esa situación: olvidó los últimos cinco minutos de su vida y se sintió apenada por algún extraño sentimiento, tal vez un sentimiento de alguna vida pasada… si, eso era.

Ahhh, pero tocó el claxon. Si. Otra vez. Y pensar que pudo evitarlo.

Fest se acercó tranquilamente a la señora. Su sonrisa amable se había caído accidentalmente unos pasos atrás y le señaló–. Mire, allá afuera esta la avenida. Allá afuera, se hace muchísimo tráfico por las obras que estan construyendo. Si usted gusta tocar el claxon, puede salir de La Unidad, y será socialmente aceptable. No tiene porque traer ruido aquí. No lleva más de cinco minutos esperando y ya tocó la serie de tres claxonazos, al menos unas diez veces. Ahora, pórtese como una dama, deje a su chamaco huevón que esta ahí o mándelo a buscar a la persona que necesita, o bien, márquele por un celular si tanta flojera le da subir las escaleras de un edificio. Ya no toque el claxon, porque lo único que hace, es denotar su estupidez por no buscar una manera práctica de comunicarse con la persona que busca. Una estupidez que le puede pasar a cualquiera, pero no tiene que gritárnoslo a todos.

La señora se le quedó mirando a Fest y él pensó que lo mejor era retirarse, antes de que ella le aventara un bolso, un tacón o la mano directo al cachete. Tiró el cigarrillo, hizo la mirada de nuevo (es que la tiene bien practicada) y se retiró tranquilamente, a seguir preparando su comida.

Tan efectivo fue, que no se ha escuchado ningún claxonazo en tres horas.

arbolsep-pix

–Holaaaaaaaaa.

–¿Hola qué tal? ¿en qué te puedo ayudar?

–Estoy bien ¿y vos?? Ahh, en nada creo. Sólo saludaba.

–Hola hola pues. ¿De dónde me agregas?

–De la maga, creo… ¿de dónde sos?

–De México DF. ¿Y vos?

–De Santa Cruz, Bolivia.

–Oh, qué gusto. No conozco a nadie de bolivia .

–¡Nooooo! ¿Lo conocés a Pablo Crespo?

–¿Pablo Crespo? Caray, creo que no. Acabo de visitar tu blog, buena pierna, y buena nalga. :P

— :$ ¿Gracias?

–Por nada :P… ¿quién es Pablo Crespo?

–Un músico de Bolivia. No pense que lo conocías.

–Ohhh, no lo conozco. Lo siento… pero también, no sé mucho de música. Y bueno, ¿a qué te dedicas? ¿cuántos años tenés? qué blogs te gustan?

–Diecinueve. Estudio derecho y comunicación audiovisual. Me gustan todos los blogs ¿y a vos? ¿qué haces de tu vida?

–Caray, diecinueve. Yo tengo 25 y estudio literatura.

–Ahhh, qué interesante.

–No me gustan todos los blogs. Me gustan los de piernudas… y los de literatura… y los diarios personales… y esas cosas.

–Aiiajiaajaiaja.

–🙂

–A mi me gustan los diarios personales. Voy a crearme uno.

–¿Y el que tienes ahí, no es tu diario personal?

–Pero es de fotos. No de cosas que yo escribo y demas cagadas.

–Ya veo. Bueno, esta bien. ¿Y qué contarías en tu diario personal?

–Todooooooooooo de mí. Algunos dizque poemas que escribo y lo que me pasa en las copas tristes, jiaj. Ahhh… y mis relaciones sexuales. Jaja, puede ser.

–Jajajajajaja. Pues esta bien, lo que gustes.

–Siii.

–Me gusta leer una que otra relación sexual. Son buenas, y luego más, si hay una piernuda y nalgona como vos.

–😳

Fest piensa que es encantador y justamente necesario, cuando ellas se animan a hacer el trabajo sucio.