No son palabras que use a menudo… son parte de un mundo femenino. Accesorios que requieren cierta gracia y educación. Aprender a caminar diez centímetros más arriba del suelo, combinar los colores de los accesorios y las pinturas, saber las marcas que funcionan y no se escarapelan en las uñas. De pequeño, todavía recuerdo en las noches el olor del barniz cuando mi madre se pintaba las uñas o en las mañanas cuando escogía vestido, bolsa y tacones para ir a trabajar. Mi mamá siempre tuvo puestos donde era importante su presencia. Cuando joven era una mujer muy atractiva y sabía como acentuarlo con esas herramientas que las mujeres han fabricado, venerado y comprado, durante muchos años. Bueno, tal vez hasta hace unos años era un placer exclusivamente femenino… hoy en día, los chavitos se pintan las uñas, se ponen sombra en los ojos y acentúan las chapitas en su cara. Ayer recuerdo que le tomé video a un chavo de dieciocho años que se hacía llamar “Vida”. Tenía los ojos, las chapitas y los labios pintados, el cabello largo y la nariz respingada. Su actitud estaba cargada de una feminidad latente, sin ser tan exagerada como la de una “loca”.
¿Por qué es tan importante celebrar el género de un individuo cada año, si cada cambio de año la sexualidad del ser humano se vuelve más ambigua, plena, amplia? ¿Se celebra a la mujer sus actitudes, sus herramientas o su órgano sexual? ¿Los pezones paraditos, la minifalda, las actitudes en la cocina, su sensibilidad, su capacidad innata para concebir nuevos seres humanos, su rebeldía para romper los esquemas sociales? ¿O se celebran esas actitudes con el barniz y los tacones, esa educación especial a la que se someten para sugerir sensualidad y deseo?
Celebrar el día de la mujer, me hace pensar que las tengo que tratar con pincitas, como algo frágil en este mundo. ¿No las mujeres han luchado todos estos años contra ese tipo de estereotipo? ¿Y no es celebrar su actitud profesional, su constante independencia y su lucha como un aspecto de todo lo contrario? No se sabe exactamente que pensar: si somos todos iguales o si de plano, es verdad que el sexo nos separa y no importa nuestro espíritu, porque esta condicionado por nuestra forma biológica. Finalmente, aceptar nuestro rol en la sociedad es un compromiso de género: soy hombre – soy proveedor, soy mujer – soy ama de casa, soy mujer liberada – cocinar y lavar trastes para mi pareja se verá mal en mi grupo, soy hombre equitativo – no puedo ser amo de casa y que mi mujer trabaje si se da el caso. Cuando encontramos algo en que creer, la sociedad es tan reducida, que nos hace creer que renunciamos a otras posibilidades y trabaja en conjunto para demostrártelo.
¿Qué pasaría si no existiera un día internacional de la mujer? ¿Por qué lo necesitamos? ¿Qué función ocupa de verdad? ¿No es una excusa para que abracemos a una vieja buenota y le apretemos las nalgas? Creo que no… Tal vez, es una búsqueda para que dividamos más el género y seamos conscientes de la lucha encarnizada que han tenido las mujeres contra los prejuicios. El prejuicio es una parte vital del crecimiento de la mujer, desde que le dan empleos con menos salarios, desde que les es más difícil acceder a la educación por algunos prejuicios familiares y religiosos, desde que es tratada como la sirvienta de la casa o porque se abusa de ella fácilmente, ya que de alguna manera su constitución física lo permite. Una educación que sigue alimentándose desde siglos atrás y que necesita un día especial, para que la sociedad recuerde esto y procure ser más equitativa con sus miembros femeniles. Un arma de doble filo, porque se busca justicia e igualdad, a través de separar el género.
La separación siempre ha existido: hombres y mujeres, blancos y negros, izquierda y derecha, niños y adultos, gordos y flacos, lentes y ojos sanos, nacos y fresas. Es una lucha fascinante y curiosa, porque siempre son idioteces muy básicas las que nos separan, pero que modifican de una manera compleja nuestra manera de ser. O se necesitan condiciones especiales para cada lado de la balanza, porque no es imposible encontrar una forma de equilibrarla o bien, se es diplomático y se inventa un día para cada condición que necesite atención, cariño y cuidado. Afortunadamente, en mi casa me enseñaron a no anteponer el género como una excusa válida para mis errores y defectos (lo uso como un método de entretenimiento y puede que esto tampoco sea lo más indicado), una sociedad ha tratado de imponerse frente a mí cuando alguno dice: “Los hombres son unos imbéciles”, “son unos brutos” o “todos son iguales”. Idioteces pequeñas, que pueden definir de manera tajante la personalidad. De igual manera, que yo no acepto que antepongan mi género para explicar mis errores, no permito que una mujer ante su calidad de mujer, se eche la culpa de algo. Sería como darle la razón a la necesidad de un día para festejarlas.
Pienso, que antes de trabajar como individuo por el género y para el género, otras cosas importan más… identificar quién soy más allá de los atributos básicos y darme cuenta que soy un conjunto de atributos básicos que forman un individuo único, más complejo y con ciertas capacidades, en vez de identificarme con una sola. Vivir de los estereotipos es una manera segura para que las cosas continuen igual, y no solamente el maltrato a las mujeres y hombres, sino desde nuestra actitud consumista, hasta el nivel de nuestra cultura y educación. Cositas muy sencillas son como una bola de nieve que puede crecer hasta niveles alarmantes.
Erradicar esa manera simplista de ver las cosas, prepararse para lo que simplemente imaginamos, soñar un poquito y admirar todo lo que nos ofrece nuestro entorno y origen, es lo que vale la pena de la vida.