Buscar consistencia en un diario es una de las cosas más difíciles en estos cuatro años que he escrito en el árbol de los mil nombres. Siento que cada día me cuesta más trabajo hablar de mis alrededores, de mi vida, de aquellos pensamientos inconexos que tengo a lo largo del día. Soy una persona cuya herramienta más importante es escribir y soy autocrítico de mi trabajo (no empecemos con mi vida, porque necesitaría un psiquiatra). Sin embargo, también soy conocido por perseguir el impulso y por aburrirme fácilmente. Hay cosas que no he roto por compromiso y amor, como es escribir y mi relación de pareja con Sol María. Me obligo a cambiar la dinámica de ambas cosas, cuando algún impulso lo dicta, para no perderlas y que me sigan fascinando. Una urgencia creativa, justa y necesaria. A veces parece que estoy sentado, calladito, en silencio, pero me conozco lo suficiente para saber que en algún resquicio escondido en mi cerebro, algo se esta maquinando para divertirme y probablemente, meterme en problemas, como niño que no usa el ábaco para contar, sino para hacer música. Siempre estoy jugando de más, aunque lo hago sin la suficiente educación o cultura. Sé mucho, pero no lo suficiente y cuando estoy por hacerlo, algo me lo impide porque prefiero mi ignorancia infantilista.

Pensaba, pues, que para seguir escribiendo necesito regresar a una urgencia infantil para hacerlo. El estado de pureza, que algunos escritores buscan con sus libros o experimentos. Líneas cortas, seguir escribiendo, elaborar si me da la gana. Mientras que escribo en muchos lugares a la vez, fabrico cuentos más elaborados, artículos para revistas o anoto oraciones muy sencillas y personales en mi diario, busco una manera de regresar al origen para escribir con más imaginación. Una cuestión de educación, supongo… así como la inspiración debe educarse para escribir todos los días (y no ser como un poeta adolescente del siglo veinte que necesita de las piernas y la minifalda de una nena para hacerlo)… también la imaginación debe ser apapachada. Retarse a responder las preguntas sin respuesta, aún cuando la respuesta sea muy estúpida. Lado a lado con la inteligencia y el conocimiento, debe practicarse el impulso infantil de la curiosidad y la imaginación, para no perder el enfoque o la diversión. Una de las cosas que más disfruto en un texto indudablemente es cuando le doy voz a un niño y es porque en sus oraciones cortitas, sus preguntas molestas e indicadas y sus ojos diabólicos, dan una falsa ilusión de contener la respuesta a todos los problemas.

Estamos en una época dónde podemos decir todo lo que queremos de las distintas maneras posibles. En vez de escribir un texto ya podemos buscar un video en Youtube para ponerlo en nuestro sitio o usar herramientas en línea para componer nuestros dibujos. Una cámara digital se encarga de nuestras fotos. Hemos ignorado el sentido del artesano que es comprometerse y amar el oficio, aquella vocación, ese pedazo que nos hace humanos y creativos. El mismo impulso que obliga a un niño, elegir colores para dibujarse así mismo y a su familia. En ocasiones, siento que estoy dormido, que me encuentro en un sopor donde sólo puedo admirar las creaciones de otros y sentirme completamente inútil durante el día. Tantas distracciones y disponibilidad de la información, ocio y entretenimiento. Es un olvido de persona.

Me gustaría que la gente tallara su espíritu y sus impulsos. Nada impide que podamos dedicarle diez minutos al día a una actividad que parece completamente sin sentido. Ya lo hacemos, cuando podemos navegar durante horas para observar a otros. Podemos usar ese tiempo para sentirnos bellos y construir algo nuevo. Si es cierto que en la Ciudad de México destruimos el medio ambiente durante una hora que viajamos en nuestros coches, mínimo le debemos a la humanidad otra hora con algo que vale la pena. Suena hermoso, por cada destrucción una construcción, pero solamente suena… estoy tan perdido en el mar de gente, en ese río místico, como tantos otros. Lo único que puedo hacer, con estas manos tan grandes y tan vacías, es continuar escribiendo, la actividad más inútil de todas, una actividad engañosa donde… irónico, la acción esta en la inacción, y esperar que en el proceso, si no descubro algo, otros podrán hacerlo a través de mí. Si no es así, me usarán como un ladrillo, como un grano de arena o solamente un recuerdo…