Te pedí una foto para hacerte un cuento… uno de amor. Leí en una revista de literatura que los cuentos de amor son un buen regalo porque están hechos a base de la intención, aún cuando sus palabras no prometan un éxito literario y canónico. Es una intención como aquella que guardas dentro de tus ojos coquetos, una intención discreta que se multiplica en mi corazón, cuando nos vemos por el messenger y platicamos toda la noche, mientras te muestras a mí por la cámara y yo te platico lo que hago, desde poner agua al café hasta deslizar mi mano bajo el pantalón.
No tardaré en verte, me muero de ansias por tocar tu cabello largo y oscuro, olerlo de cerca y darle una sensación física a todas mis expectativas. Me gusta escribir lo que siento cuando estamos “juntos”, gracias a los cables y las conexiones de banda ancha que juegan con la dudosa línea que existe entre la realidad y lo virtual. Eso nunca me ha gustado, porque mis sentimientos existen… mis sentimientos hacia ti modifican mi percepción, desde que me levanto, me voy a trabajar, manejo en la calle, como con mis hijos y los fines de semana cuando visito su tumba, estas tú conmigo y creo, también, que estoy a tu lado cuando haces tus rutinas… te levantas con mis palabras, piensas en mí cuando te bañas y te tocas, antes de dormir pienso que me rezas una plegaria. Si de verdad te escribo el cuento de amor, quiero que sea uno chiquitito, pero profundo… que guarde en sus pocas palabras lo definitivo, una verdad tan poderosa como la fe.
¿No pasa así? Leemos un libro cuyas palabras parecen mentira, dónde un padre celestial nos habla del amor y del temor, y procuramos creerlo en un simple acto de fe… mi acto de fe, es amarte sin haberte tocado o sin haber ido al cine tomados de la mano, compartiendo las palomitas y abrazándonos mientras vemos la película. Imprimiré tu fotografía y la guardaré conmigo, como se guarda la estampita de un santo y todos mis actos de amor, cariño, compasión y fortuna llevarán tu nombre escrito, en palabras de fuego, en palabras aladas, en palabras doradas… en palabras, solamente así. Escribiré nuestro cuento, donde no hay distancias y pertenecemos al mismo universo, al mismo tiempo. Seremos el principio y el fin, alfa y omega, el desarrollo, el eterno retorno en un mismo texto.
El cuento llevará una confesión, la máxima que demuestra mi amor verdadero… porque aquí me tienes pensando… como decirte que en realidad soy mujer…
Foto: Adriana Esgo.
Este cuento forma parte de los fotocuentos que escribí en este blog.