Me gustan las mac porque le doy click al botoncito de su pinche (porque es bien pinche y punto) mouse y todas las ventanas se hacen chiquitas bien padre. Lo mejor es que las ventanitas siguen trabajando en el fondo y ves en miniatura como continúan actualizándose los procesos. Hasta el momento, no he logrado que se pasme con los mil programas que puedo tener abiertos. Quisiera que mi PC de escritorio hiciera eso, aunque de por sí, al parecer mi disco duro esta muriendo. Es por eso, que la próxima compra será una mac, una macpowerbook, para sentirme escritorsucho de Nueva York, yendo a un starbuck’s a escribir la próxima gran novela mexicana y fumar como desquiciado afuerita para no arruinar el aroma del café.
Sin mentiras, llevo como tres horas tratando de escribir un post y lo único que se me ocurre, es picarle al botoncito para ver como todo se hace chiquito de manera hermosa (de verdad). Hace rato escribía de un concurso de cuento al que me pienso meter, pero prefiero no elaborar de ello. Aún estoy arreglando los cuentos que pienso presentar y les falta mucho para ser colegialas japonesas de minifalda con tendencias masoquistas (velitas, mordazas de hule y cuerdas, todo eso bello). También me aventé una perorata acerca de mis etapas como escritor, pero mejor lo borré todo. Por más que lo leía no me satisfacía… como si no fuera yo, ¿entienden?
Hoy aprendí un truco para prender cerillos y que automáticamente, quede protegido por las manos cuando lo enciendes. Sorprendente que uno, fumador empedernido, no sepa esas cositas. En algo tan sencillo te das cuenta que hay mucho por aprender. Así como no he leído todos los libros, no me sé todos los trucos con el fuego. Algún avispado dirá que es el secreto de la vida: Aprender idioteces con gracia para no aburrirse (como quemar una casa y que no te descubran, por ejemplo). Así es como miraba fotos de flickr, y daba click de en medio, aprendía como convertir a quicktime los videos, click de en medio, como jugar gunbound y click de en medio. De grande a chiquito, simplificar la vida, ver todas las cosas en una sóla ventana, the big picture.
Siento algo de hambre, lo único que tengo en el estómago es un licuado de plátano con chocolate. El señor de los licuados, que esta frente a una vinatería sobre Vértiz, ya nos reconoce. Nos saluda amablemente y bromea con nosotros. Sabe que seremos clientes. Hoy le ofreció a Ricardo uno de mamey con fresa, argumentando que la combinación era buenísima y ofreció cambiárselo si al probarlo no le gustaba. Eso, ¿se llama servicio? ¿O es la camaradería natural del mexicano que surge en momentos extraños? Por naturaleza, por el ambiente social, me gusta bromear con la gente dicharachera.
En el camino, me encontré un poster del Huracán Ramírez y recordé que había visto un documental de su vida. Me pareció un personaje fascinante. Me dediqué a leer más en la Wikipedia y en otros lugares. Me clavé. Se me antojó escribir de lucha libre, algo, lo que fuera… así que no se sorprendan si en estos días, de pura casualidad, me pongo muy de 1 a 3 caídas y aplico la hurracaraña a diestra y siniestra.