Las hojas se mueven y la brisa hace lo suyo, hablando de ritmos y espacios. Ayer, antes de dormir, platicamos un rato mi hermano y yo.
—El día que tembló en Colima —dijo–, no había pájaros y los árboles no se movían.
–¿De verdad? –pregunté incrédulo.
–Sí, dejaron de moverse… se sentían extraño.
Me fascinó la interpretación de los fenómenos naturales un tanto ingenua, y luego me pregunté si no habría por ahí algún papel científico que explicara que los árboles dejan de moverse con el viento cuando un temblor esta a punto de atacar. Lo de los pájaros puedo entenderlo. He visto Discovery Channel y he leído National Geographic, Muy Interesante y el Reader’s Digest.
El árbol postrado frente a la ventana de la oficina, donde paso la mayor parte del tiempo, está moviéndose mucho el día de hoy. El choque de las hojas contra hojas hace un sonido agradable. Mi hermano estaría contento y tranquilo de escucharlo.
Comí con Doña Mary, intercambiamos unas palabras muy breves, hasta sentí que me estaba dando a entender que le agrado. Igual y es alucinación mía. Ahora repite mi nombre cada que puede, porque alguna vez fui a comer con ella (cuando dejé Casting) y se le había olvidado. No quiere repetir la falta. Es lindo que las personas tengan esos detalles, aún cuando seas cliente y servicio. Es agradable que te llamen por tu nombre.
El árbol todavía musicaliza la escena, parece que se divierte el día de hoy, sus hojas bailan alegremente a pesar de las ambulancias que han pasado hoy por su calle. Me siento un poco enfermo, no sé por qué. Tal vez he fumado demasiado el día de hoy, la costumbre del café y la coquita por trabajar aquí, la inactividad, la espera por el material y luego el tedio de cortarlo, transformarlo. Largas esperas. Me pregunto como el árbol no se desespera y respondo que es por su baile ocasional con el viento.
Mi hija adoptiva me platica, mientras tanto, que se ha puesto una rutina de ejercicio. Le gustaría bajar las caderas. Personalmente me gusta que sean anchas, fuertes, apretables. Soy muy consciente de mi gen de supervivencia y fertilidad, yo creo. Por eso no ando detrás de todas las modelos que vienen a la oficina (supongo), porque sus caderas nomás no… y tienen bonitas piernas, tienen culos paraditos, pero les falta… “el agarre”, ¿saben? Porque cuando uno esta en medio de la acción, es menester buscar dónde agarrarse para el impuje, el momento, el impulso.
El árbol cuando baila, por ejemplo, se sostiene de su tronco y permite que las ondas de movimiento se extiendan a sus ramas, sus hojas, y deja ir sus semillas, para que busquen un pedazo de tierra. Similar a la eyaculación, porque sólo unas cuantas encontrarán un pedazo dónde sembrarse, mientras que las otras serán comidas por el concreto y las llantas de los coches que les aplastarán inmisericordes.
Es una muerte hermosa y valiente, dejarse ir por el viento, cuando tu padre o tu madre, te han expulsado de su cuerpo mientras bailaban. Ya esta grande el chiquillo, debe aprender a planear en el viento, debe crecer y hacerse grande como nosotros. Una explosión rítmica y natural que nos divide. Los vivos somos lo mismo, y tenemos en común lo más importante: vivir y morir.