Pensaba escribir una larga carta, como una de las que no he escrito en mucho tiempo. Tal vez nunca las he escrito. A Santa Claus, sólo le pedía lo que quería y no me traía, así como a los Reyes Magos. Escribí otras cartas a una puta que tenía, pero en ese tiempo de mi vida sentía que no era yo. Otro tomaba mi lugar y ponía las palabras indicadas para recibir el bien necesitado, un poco de sexo y algo de cariño, después una sana indiferencia y caminar. He escrito e-mails largos, procurando contar los pormenores de mi día. A mi mujer, de temporada en temporada, siento la necesidad de escribirle y encadenar hechos, sucesos, platicarle mi contexto y lo vacío todo. Es una de las mejores cosas que puedes hacer: escribir a alguien que lo quieres, y como lo quieres, y qué tanto quieres, y qué posiciones quieres, y puro querer. Puedes inventar tantas cosas en una carta, por ejemplo que vienes de un lugar lejano y te has desviado un poco mientras caminabas. El desvío puede durar años, puede abarcar muchos kilómetros, y rostros desconocidos que sigues aprendiendo a identificar.
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