La lectura de Octavio Paz es un refugio, y me extraña, porque no me encanta lo que he leído de sus ensayos. Siento que desprecia la prosa, siento que poetiza su prosa para no aprisionar las palabras y para regresarlas al orígen y darles su verdadero significado. ¿Cómo puede un hombre, que parece despreciar la prosa, escribirla? ¿O será que mi lectura es así? No lo sé, hasta no terminarlo descubriré toda la verdad, ja. Me confunde, y me agrada, tanta referencia al Tao para referirse a la poesía, a los símbolos, a la lengua, a la verdad. La verdad parece lo más importante estos días. La verdad, me parece sinónimo de encontrar el propósito, andar el camino que se supone es nuestro. Tú eres Tao, yo soy Tao, la mierda es Tao, la Coca Cola es Tao, el cielo es el Tao, y el Tao es el verdadero Tao. C’est la vie.
Continúo escribiendo una larga historia, una historia carente de final y de propósito. Malo. Porque una historia es un momento contenido dentro de sí mismo. En teoría, todo se tiene que resolver en el cuento y no dejar al lector la insatisfacción que viene con el final abierto. ¿Qué pasa si decido no darle final? Llegará un momento en que los caminos me confundan, pero también pienso divertido, que llegará un momento dónde simplemente continúe escribiendo los caminos como si fueran una historia completamente nueva. Me he sorprendido pensando–. ¿Qué tal si son universos paralelos y llega un punto dónde el personaje puede ver otros, pueda transformarse en otros? Lo dicho: Cien vidas de nuevo, Historias de Jaramillo de nuevo. Revisé mis estructuras y pensé: ¿Por qué quiero contener las mil historias y dejo que sigan su propio curso? Lo único que he respetado son los tres párrafos por cada segmento. No más, no menos. Tal vez una línea para introducir lo que sigue.
No he querido liberar la historia y decirles dónde esta escribiéndose porque no he terminado ningún camino. No siento que esté presentable. El propósito es terminar al menos de dos a cuatro y luego avisar donde esta. Me gustaría que nunca terminara, me gustaría escribirla hasta la muerte. Sueños ridículos que tiene un escritor. Igual tengo mucho trabajo esta semana y lo agradezco, me permitirá tener la mente ocupada. Entre más cosas tenga, más pienso, más escribo, más me siento vivo.