En cuánto me subí al taxi, un tsuru como cualquier tsuru, me dije este es el bueno. Las pequeñas y discretas calcomanías de marcas de autopartes, la música electrónica y cómo el tipo pisaba el acelerador para hacer rugir el motor fue lo que me hizo pensar en lo acertado de mi decisión. –Este cabrón se va a ir en chinga a la oficina –pensé, y no me equivocaba. Tan pronto encontraba uno o dos metros libres, lo más que puedes encontrar a medio día y casi a cualquier hora en la Ciudad de México, aprovechaba para pisarle: RUMMM RUMMM RUMMMMMMMM. Me emocioné. El piloto, un jovenzuelo moreno y de semblante tranquilo, me cayó bien. Me puse mis audífonos y disfruté la cacofonía de velocidad.

Me percaté que me miraba por el espejo retrovisor. Me quité los audífonos y como no sólo no lo oía, sino que hablaba bajito, me acerqué a él para escucharle y le pedí que me repitiera lo que decía. Dijo–: ¿Por Xola o Viaducto, joven? –y antes de poder responderle, lo primero que vi fue su velocímetro espacial.

Indudablemente, estaba en el taxi indicado. No sólo se metía rápidamente de un carril a otro, no sólo se fue por Viaducto como si el tráfico fuera un invento de la mente, sino que además su velocímetro espacial indicaba perfectamente la velocidad a la que íbamos. ¿Notaron las antenitas doradas, esas antenitas que se movían como loquitas con cada bache? Estaba fascinado. Me quité los audífonos y disfruté el trayecto, con sus eventuals RUM RUM RUM y el conductor que pedía instrucciones como si rezara antes del día de su muerte. Me dije–: No me salgo de este taxi hasta tomar una foto, o nadie creerá que hoy estuve dentro de una nave espacial.

Un hombre que es capaz de hacerle eso a su coche (su trabajo de todos los días, además) debe estar orgulloso de ser taxista. ¿Si hubiera nacido en otro lugar, se hubiera animado a ser piloto de carreras? ¿Habría trabajado en la industria automotriz? ¿O sería igual, un taxista con ganas de traer un coche que desafía la imaginación? ¿O nomás es… eek, maldita palabra, naco?

Nunca lo sabremos. Godspeed, Tsuru Emperor.