Hace poco, terminé de revisar el segundo capítulo de la Torre y quedé satisfecho. El problema es que agregué cuatro personajes y tal vez deba darles seguimiento a lo largo de la historia. Se que hacer con dos de ellos. Si juntara otros diez personajes más, podría jugar con el mito de los 17 guerreros. No lo voy a esconder. 17 fueron los hijos de Aureliano Buendía. ¿O me equivoco? Fantasía light inspirada en realismo mágico. Espantoso. Sin embargo hay números que permanecen y ni modo. Así pasa. Me agradan los personajes nuevos. No lo suficiente aún, porque no tienen una historia hecha. Uno de ellos me platica en la cabeza. Le respondo en ocasiones. Es posible alargar su historia.
Revisando otros capítulos, sé que los voy a borrar.
Ayer una amiga me envío su poema erótico. Lo critiqué. Ella me dijo: “No sirvo para escribir poesía. Soy una tonta”. Que actitud. Pobres escritores que buscamos la trascendencia. Nadie trasciende si no trabaja duro. Le sugerí que guardara las líneas que más le gustaron y reescribiera. No me hizo caso. Nada más se fue. Me sentí mal. Pude ser menos severo. Nadie puede estar seguro. Probablemente ese poema, pudo ser un ejemplo de nuestra civilización desordenada y ansiosa de trascender. Ese poema, para otros ojos, tal vez era el mejor del universo.
Toledo me dijo que no era un gran escritor. Pero me respetaba. Yo tampoco creo ser un gran escritor. Estoy buscando el gusto a escribir de nuevo. No es fácil. Siento que se rompió un hilo y lo estoy amarrando. Afortunadamente no es mi hilo de plata. Dedicarle tiempo a la Torre de los Sueños ha educado mi paciencia. No es la gran obra. No soy un gran escritor. No importa. Las grandes obras son para los grandes hombres. Hombres de personalidad compleja y opiniones contundentes. No soy un gran hombre. Soy un monstruo que se divierte.
En crítica literaria, hay dos preguntas importantes para abordar un texto: ¿Qué hace? y ¿Cómo lo hace? – Un lector debería hacerse las mismas preguntas. ¿Qué leo? y ¿Cómo lo leo? Muchos saben por qué lo hacen–: Necesito ser más culto, me gustaría divertirme, transportarme a otro mundo. Leer con esos fines distraen de encontrar los mecanismos. Leer y escribir son la misma actividad. Sus procesos mentales estrechamente ligados. Mientras uno escribe un post, por ejemplo, lo revisa y lo lee. Su lectura se ve afectada por su contexto personal. No presta atención a los mecanismos para que otra persona pueda entenderlo.
Pequeños pensamientos. Mejor iré a comprar cigarrillos.