Que bonita frase: “Hoy abrí los ojos”. Sería más bonita si no fuera tan pendeja. Claro que los abriste, buey… desde el momento que despertaste. Esta bueno. Regresaré al tono fatídico del mismo título: Hoy abrí los ojos, y cuando regrese a casa, podría descubrir numerosas desgracias. Estas desgracias incluyen que se hayan llevado el medidor de luz, que mi madre no haya encontrado mis papeles religiosos en Toluca y que no sean suficientes las facturas para el contador. Cuando regrese a casa, alguien me va a gritar.
Hoy en la mañana me llamaron para que viniera a abrir la puerta. Es mi cuarto trabajo: Abrir las puertas de mi oficina. Debí mantener en celoso secreto que saqué copias de la llave. Esto se ha vuelto terreno peligroso. En mi trabajo ya me pueden gritar si no abro la puerta.
Abrir la puerta. Abrir los ojos. Es lo mismo. Abres los ojos porque ya estás dispuesto a enfrentar el día. Con sus bondades y maldades. Abres la puerta porque te desplazas a un lugar donde quieres o debes estar. Cuando el deber y el querer no son lo mismo estas en problemas, sí. Pero empujar la puerta, que tú pongas la manota, o que te jales los párpados, es enteramente porque ya tomaste la decisión. Decir que no quisiste no cuenta.
Así que si me gritan el día de hoy, estará bien. No hay de otra monín. Eso te pasa por despertar.