Estaba parado y recargado contra la ventana cuando una mujer se asomó a la oficina. Me dio mi abrazo de año nuevo.
–¿Por qué tan serio? –me preguntó.
“Este es el momento de contestar alguna pendejada literaria”, pensé.
—Estaba pensando mis pendientes nada más. He tenido mucho trabajo.
Luego me senté y empecé a limarme las uñas, con uno de los aditamentos de la pequeña navaja suiza. Escribir debería ser como limarse las uñas. Empecé y seguí, seguí, y seguí. Adelante y atrás. Sóplale el polvito. Concéntrate. Enfócate en la tarea. Hoy le dije ese verbo a alguien: “Enfócate”.
Al enfocarte, miras tus propias uñas. Miras las ondas imperfectas. Miras la basurilla en la cutícula. Trabajas para dejarlas limpias y en arco perfecto. El trabajo de un artesano. Superficial. Pero es sorprendente como te puedes detener el tiempo en eso. Tal vez para que funcione, necesitas una mente obsesiva como la mía.
Tengo sueño. Hoy prometo dormir más temprano.
Quiero hacer muchas cosas el día de mañana. El tiempo lo concibes como una liga. No siempre depende de tus dedos. No todo. Algunas cosas puedes estirarlas. Otras se estiran solas. Tanta gente depende de tu tiempo. No te dejan tranquilo. Se me ocurrió abrir el calendario y se me escapó un suspiro cansado. Menos mal que hay chocolate.