Hay días, sí señor dios, hay días, que no importa cuan buena esta una chamaquita robot del internet, al final tienes que mandarla a chingar a su madre. Hoy empezó normal el día. Prometía ser putiza. Y repentinamente empeoró.

Empecé un proyecto el domingo. El director decidió dificultar las cosas un poquito a través de sus comentarios porque deseaba trabajar con otro director de casting. Pensé-: Bueno, igual y le chingo un poco, y que aprenda que todos en carrillo casting trabajamos igual. Pero uno debe entender esas pequeñas indirectas. No es el método de trabajo. Es la persona. Cuando trabajas en este medio hay etapas donde tienes al equipo ideal y temes que otro se acerque. El temor va desde la índole profesional hasta el temor a la aburrimiento cuando no hay alguien conocido con quien compartirlo.

Así que después del último recado, me enojé y me retiré diplomáticamente del proyecto. Como el viejo chiste: AHÍ ESTÁ TU PUTO PATO. Me sentí ofendido al principio. Ni siquiera una breve oportunidad para terminar el trabajo y lo criticara. Luego de una charla de media hora con mi jefe, era tarde o temprano que pasara dentro de mi trabajo. La mayoría de los directores, para ocupar su puesto, deben ser gente difícil en uno que otro aspecto. A veces en todos.

Mi mujer me sugirió que debiera hablar con él y presentarle una breve semblanza.

Había pensado en ello antes que lo sugiriera, pero… contextos, contextos. Mientras me pasaban los recados, sabía que no iba a poder meterme. Hay momentos para meterse “a huevo”. Este no era uno de ellos. Perdería el tiempo platicándole de la cantidad estúpida de campañas de Julio Regalado en las que he estado presente, más otras campañas de 20 ó más personajes que he trabajado. Se me quedaría mirando, lacónicamente, para después decirme-. Es que, bueno, no eres tú, y definitivamente no eres él… a quien yo quiero. (Suspiro).

El día empeoró, a medida que pensaba en la situación. Desde que se retrasó el casting porque me retiré del proyecto, hasta la cantidad estúpida de gente que esperaba afuera su turno, más otros problemas que había en un llamado, y los pendientes que terminaron en caer por mis manos por el intercambio de director de casting.

Tuve esta cara todo el día:

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Tengo un programa estúpido que toma fotografías a intervalos en mi mac. Lo hace a través de la webcam. Así puedo conocer mejor mis caras, sin que estas sean voluntarias. Programa que también es el motor de ese rincón del ego dentro del Árbol de los Mil Nombres, llamado Webcam, el cual pueden encontrar en el menú de arriba.

¿Por qué tener una webcam en un blog?

Hace algunos años, estas eran inmensamente populares en los primeros blogs de habla hispana que existieron. Todavía son populares en los blogs gringos, y son especialmente aceptadas, cuando están en el blog de alguna mujercita entre 16 y 22 años. Me gustaba seguir la corriente, pero… claro, hay otros motivos.

Mi pequeña obsesión con el azar, me obligó no sólo a instalar la cámara en la barra lateral de las primeras versiones de mi blog. También programé una pequeña rotación de imágenes que podían significar mucho o nada para mi. Siento que el azar es la mejor manera de atraer al lector. Sé que es la mejor manera de acercarme algo. El azar, presiento, es honestidad.

Con el transcurso de los años, las webcams se han convertido en una señal inequívoca del narcisismo del propio blogger, y también son un gimmick que interesará a 1 de 100. Finalmente, esas imágenes aleatorias que reemplazaban la webcam acabaron allá arriba, como el título de presentación del cochinote Árbol, mientras que la webcam… bueno, ahí está en su rincón, creyéndose la muy muy cuando en realidad nadie la ve.

En sí, las fotos producidas son aburridas y al parecer, son únicamente de mi interés.

Luego se me quitó. Tal vez, mi verdadero berrinche, radicaba en que no estaría dentro del foro. Aún cuando terminara hasta las 10 de la noche. ¿Por qué? Verán. En este casting pedí chiquillas entre catorce y diecisiete años. Eso no tiene nada de especial. Fíjense que vestidas normal, una de catorce y una de veintidós pueden llegar a verse absolutamente iguales. Nada llamativas.

El problema es que venían vestidas de colegialas. Horror. Perdí mi oportunidad nabokoviana. No deseaba hacerlo, de verdad que no. Uno tiene miedo a la prisión. Pero los ojos son un órgano traicionero. Cerré varias veces los párpados durante la tarde y en profunda comunión, le pregunté a Dios-. ¿Debo arrancármelos? -Y al no recibir respuesta, me sentí extrañamente desolado, abandonado, entre faldas de cuadros envolviendo sin éxito muslos jóvenes y curveados.

Sí. Digamos que fue el verdadero berrinche.

Mucho más divertido.