Eso se le ocurrió a Café Tacvba, en su canción de “El Ciclón”. Escuché la oración y sonreí levemente. Buen título para escribir algo, pensé. Un título mamalón, como la fotito que puse de un cielo tremendo, bajo una ciudad indefensa. Imagínate que se te cae el cielo encima y vislumbrarás brevemente el infinito. Siempre me ha gustado mucho ese grupo y probablemente me guste toda la vida.

Nada puede hacer el aspecto administrativo de mi trabajo frente a ese cielo. Hacer llamadas para investigar presupuestos, resolver contratos y pasar reportes, se convierte en una nimiedad frente al cielo. La atmósfera debería ser el dios de los científicos. Deberían olvidar la composición química de las nubes y del aire, para dejarse llevar por tonalidades azules intensas. Si un científico se perdiera, ¿qué oportunidades tiene un burócrata, o un publicista, o yo?

Ayer, mientras caminábamos a la tienda, señaló un avión que pasaba y dijo-. ¡Aguas! -inevitablemente nos reímos. El día que cayó el avión, llamé a mis tíos que trabajan por la zona y los dos estaban bien. Sanos y salvos. Qué cosas… un avión cae en el Distrito Federal, ahora si podemos llamarnos ciudad progresista. Generalmente, las noticias de aviones que caen, pasan en otros países o de perdida, en otros estados. Yo me sentía en un balance saludable. Juro que pensaba: “Si no caen aviones en la Ciudad de México, quiere decir que algo estamos haciendo bien”.

Hoy, un avión caído después, un avión que cargaba a dos importantes figuras políticas cuyas acciones, probablemente, los llevaron como una lengua de fuego sobre ciudadanos cuyos nombres no llegarán al público… habla de nuestra situación política, social y cultural actualmente. Tal vez es momento de ser humildes, y confiar en las decisiones de nuestro dios, el cielo.