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Me asaltaron el viernes. Técnicamente, este es mi primer asalto después de 27 años en el Distrito Federal.
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Tres hombres armados nos atracaron a mi hermano y a mí, en la esquina de Morena y Petén. Esto es en la Colonia Narvarte, la cual esta pegadita a la Buenos Aires. Probablemente los asaltantes vinieron de ahí.
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Robaron 1,500 pesos en efectivo, dos celulares, un ipod y una cámara digital. Se llevaron mi cartera con todas mis tarjetas, así que el proceso de renovación / recuperación ha sido extenuante y engorroso.
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Como dijo mi hermano, nos aplicaron la pincita. Nunca me fijé si venía alguien atrás de mí hasta que, llegando a una esquina, dos hombres salieron y sacaron sus armas. Uno de ellos puso su arma contra mi estómago. –Ya valió verga carnal, ya valió verga –repetía el hombre. El hombre que estaba atrás y nos venía siguiendo debió avisarles. Ese hombre puso su arma contra la espalda de mi hermano.
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Después de que se llevaron las cosas, soltaron la clásica–. Caminenle y no volteen –Caminamos. En el camino, avisé a dos hombres que venían borrachos que tuvieran cuidado–. Ahorita nos madreamos a los asaltantes, van a valer verga.
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Tanto uso de la palabra “verga”, me tenía un poco harto. Aún cuando soy de esos pelados.
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Entonces, sentí una especie de agorafobia y temor a la oscuridad al mismo tiempo. Al llegar a la esquina opuesta, tenía miedo de que nos volvieran a asaltar. Sabía que mi oficina estaba a unas cuadras, pero no quería dar un paso más sin estar seguro de que no volvería a sufrir lo mismo. Caminé de un lado a otro, con mi hermano atrás de mi, sin estar seguro de mis pasos.
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Sacó unas monedas y me dijo–. Pues checa si tienes tú algo.
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Revisé y los culeros me robaron el monedero también.
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–¿Qué sugieres? –le pregunté. Podemos irnos en taxi a la casa –asentí lentamente. La verdad, tampoco quería arriesgarme en un taxi. De repente, la ciudad me pareció el animal furioso, el animal que se traga sin piedad a los miedosos, el animal que no le importan las pulgas que se alimentan y viven como parásitos en ella. Negué a la idea del taxi. Sólo pensaba que debía llamarle a mi familia, y no tenía dinero y celular para hacerlo.
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En la zona que nos asaltaron, curiosamente, y vista desde otra perspectiva, había muchos jóvenes caminando. Había una hamburguesería con al menos quince clientes abierta, y había un OXXO con sus puertas abiertas y sus luces prendidas. Desde otra perspectiva, era como una calle pueblerina, donde la vida continuaba hirviendo. Tan egoísta, pensé, que me acaban de asaltar y esos tres jóvenes, de haber estado adelante de nosotros, habrían sufrido antes que nosotros.
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Hicimos un hilo de eventos. Caminamos por un lado de la calle que no habíamos caminado nunca, por ejemplo. Pasamos a comprar en un OXXO que jamás habíamos comprado. Regresé a un cajero a sacar dinero a pesar de que tenía el efectivo, porque se me olvidó que lo traía. En vez de comprar coca cola, compramos manzanita H2O. Y, a pesar de mi paranoia, nunca revisé que nadie caminara a nuestras espaldas. Todo al revés, pensé. Lo hicimos todo al revés.
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Regresamos al OXXO y usamos el teléfono de monedas. Mis tíos me llevaron a la oficina para empezar ese proceso: Cancela tarjetas, recuerda que mensajes traías, recuerda que tan detallados eran, recuerda todo. El asalto no termina después de que das tus cosas, las cosas que te costaron tu trabajo, tu esfuerzo, tu lucha diaria por ganarte el dinero honestamente, por ganarte el dinero para comprar las cosas que te agradan y comprarlas por los medios legales existentes.
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Avisar a los familiares y a la gente más cercana que se robaron tu celular, para que no acepte llamadas. Tan pronto llegué a casa, le llamé a Sol María para contarle que me habían asaltado. Parco como siempre, sin dar muchos detalles. Llamé a la caseta policiaca de la Narvarte, para avisarle de los asaltantes. Fumé muchos cigarrillos, y después, me puse a jugar. Me puse a jugar, y olvidar un poco, y luego dormí y pensé, bueno, que sería curioso si tuviera pesadillas esa noche.
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