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Ocho líneas, para escribir pequeños escenarios eróticos. Me gusta la idea. Platicando con la mejor ilustradora del mundo, acordamos hacer un pequeño proyecto que incluye estos cuentos ilustrados. Es un proyecto que tenemos desde hace tiempo, pero por fin… y la verdad, es que yo decidí ponerme las pilas.
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Pequeños reencuentros hicieron evaluarme ayer en la noche. Auto-evaluación. ¿Quién, en su sano juicio, sabe de qué sirve eso? No fue profundo, ni tampoco me di cuenta de cambios intensos… solamente, me descubrí otra vez.
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Hoy, mi tickometer, está inestable. Me he desesperado varias ocasiones. Me desespero fácil.
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Cuando era más joven, desesperaba fácil. Todavía me pregunto por qué. Hoy, la gente en general, me desespera. Será el tráfico, será el calor que hizo hoy, será que me acordé lo que era ser joven y con esperanzas. Los que tienen esperanzas, ¿se desesperan todavía más fácil? ¿Cómo adquiere uno la cualidad del desesperado?
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Curiosamente, me enoja la poca capacidad de comprender de otras personas. Me gusta la empatía, me gusta comprender situaciones y en vez de generar problemas, me gustan más las soluciones. Como preguntaría Jorge Carrillo, y otros viejitos sabios antes que él, “¿Tiene solución?”. Si la tiene, pues ponte a trabajar. Si no lo tiene, entonces ¿qué te angustias?
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Antes me angustiaba, no angustiarme. Pensaba que la angustia era una señal muy clara de preocupación, y que la preocupación, es una señal muy clara de ser una persona activa en el problema. Evidentemente es falso.
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Seremos breves el día de hoy. No tengo más que decir.
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