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Mañana, otra filmación a las seis de la mañana. Que no se diga que no trabajo. Nada más de pensarlo, me siento cabeceando otra vez. Ya hacía falta un par de chambitas en ese estilo. De corre, ve y dile.
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Cometí un error el día de hoy. Mañana, seguro, me espera un cagón marca diablo. Así es la vida. Resulta que me pidieron checar unas opciones y se me fue el avión. No se te puede ir el avión en esas cosas. Así de simple. Así, así, rico así.
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Estoy probando el Nesfrappé, de Nescafé. Económico y rico. Lo recomiendo.
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Estoy haciendo un esfuerzo increíble por escribir el día de hoy. Escribir es bueno, escribir te hace pensar, escribir obliga a que estés activo, a que no duermas el pensamiento, escribir me hace sentir activo. Se supone, al menos. Así que escribiré, aunque sea una verborrea.
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Como esta.
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En la mañana, mientras pensaba en Watchmen (cómic), pensé en lo difícil que debe ser escribir una historia como esa. Una historia que requiere mucho amor, y atrevimiento. Sin lugar a dudas, la película trató como fuera de traspasar ese amor, sin embargo… como Gibbons lo dijo (¿o fue Moore?), “Watchmen está hecha para ser leída en este formato, y nada más. Una película sería imposible”. La historia es tan completa, y tan rica, a nivel universo, que incluso está considerada como una obra literaria por algunos críticos. La creación de un universo, algo que he sufrido en mi segundo oficio, es una red muy compleja donde todo debe estar correctamente puntualizado. ¿A qué me refiero? Un cuadernito de notas, donde todo esté estructurado, para que no olvides ningún detalle que puede ser esencial y afectar la historia, aún cuando seas el escritor de esta.
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Alan Moore se dio cuenta de esto, cuando después de cuatro volúmenes, la personalidad de Roscharch ya tenía un destino inevitable. “Roscharch nunca comprometerá sus principios”. Alan Moore lo tenía tan claro, y para convencerse de no meter las manos en un personaje que ya no era suyo, lo repite en las páginas finales: “Daniel, la diferencia entre tú y yo, es que yo jamás traicionaría mis principios, aún frente al apocalipsis”.
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Eso me gusta, porque es descubrir una especie de vínculo que hacía de los dos personajes un reflejo y contrarreflejo del otro, y también rompió ese lazo que el lector consideraba inexistente al mismo tiempo. Roscharch, un personaje que todo lo ve a términos blanco y negros, que no se combinan para hacer capas de grises, pero si generan manchas específicas en un papel en blanco, le concede a su mejor amigo la igualdad, y se la retira. Hermosa manera para tallar a un personaje.
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Sin duda, Roscharch se lleva la película… o eso me gustaría creer. La variedad en las personalidades de estos personajes, obliga a que cada quien elija su preferido. El cinismo del Comediante, el pesado deber que siente Ozymandias con el mundo, el romanticismo de Daniel (el buho), entre otros muchos personajes más. La película, mató a la mitad de los personajes, porque también tenemos a los héroes del pasado, y a los simples observadores, cuya vida también está detallada.
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Sí. Watchmen me apasionó, y me regresó partes de mi deseo por crear.
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