Había un cuentillo en los libros de texto escolares (primaria), que hablaba de una india Francisca y la Muerte que la estaba persiguiendo. El caso es que, como Francisca era una mujer muy ocupada, la Muerte siempre llegaba tarde cada vez que pensaba la podía encontrar en algún lugar. Todo mundo le daba direcciones a la muerte de donde encontrar a Francisca, avisándole de antemano-. Pero quien sabe si la encuentre ahí Don, porque andaba con mucha prisa. Ese era uno de mis cuentos preferidos de todo los tiempos, de niño me sacaba una sonrisa y una especie de nostalgia (que no tiene razón de qué y que no puedo explicar).

Sin embargo, desde otra perspectiva -la de un hombre que está escuchando david bowie y tiene ganas de un cigarrillo- estoy seguro que… tanto Francisca, como la Muerte, debieron sentirse muy apresurados toda esa mañana.

Asumiendo que Francisca sabía que ese día le tocaba estirar las patas, debió levantarse muy temprano y preparar un itinerario muy complicado para estar dos pasos adelante de la Muerte. Ya me la imagino, a las cuatro de la mañana y velitas, con sus trenzas hechas y su tilichero preparado, tomando papel y lápiz, escribiendo disléxicamente-: Primero, tengo que estar aquí y luego poracuyá -lamiéndose los labios, entrecerrando los ojitos, forzando su capacidad mental para tener bien preparadas las horas, los minutos, los lugares, los transportes.

Generalmente, cuando uno hace planes así de perfectos, simplemente no funciona. Hay engranes que los maneja otra oficina, otra sección, otra área de recursos humanos. Sin embargo, supongamos que ocurrió el mejor accidente de todos…

Por otra parte, La Muerte después de una noche bastante pesada, llevándose a los quemados de San Juanico, decidió abrir su botellita de whisky cuando llegó a casa, prendió el televisor y le llamó por teléfono a una prostituta. A la prostituta, le encargó dos cajetillas de cigarros, una línea de coca, y diez favores especiales. Fue un mal día para la muerte y se consintió en el vicio. ¿Cuántos no nos hemos consentido el vicio con los malos días? Es comprensible, es natural, es humano… finalmente, humano. … ¿No es la Muerte un ente sobrenatural, capaz de hacer su voluntad? Ni tanto, aquel cuento que leí, desde el principio remarcó que la Muerte tenía problemas para corretear a Francisca por todo el pueblo, la ciudad, la vida en general.

Si Francisca se levantó a las cuatro de la mañana, hora que debía morir ese fatídico día, fue porque la Muerte atrasó su itinerario y durmió hasta las ocho de la mañana. No sólo eso, sino que tenía el cuerpo cortado, jodido, cadavérico digamos. Estaba cansado. ¿Y todavía, lo obligan a recorrer todo el pueblo en busca de Francisca? Peor que obligar a Ana Gabriela Guevara a que hiciera una carrera maratónica en la política nacional.

La verdad, es que ese día Francisca tuvo suerte y la Muerte, no la tuvo. Un día que sería recordado por ambos como el día en que se fueron caminando muchos kilómetros… si el censo nacional guardara un registro preciso, me gustaría imaginar, ya después de haberme fumado el cigarrillo, que el día de la huída de Francisca, no murió nadie.

Y mejor aún, al día siguiente, murió una sola persona, de la más dolorosa forma posible… en todo el mundo.