Humo, humareda, humeante.
Durante mucho tiempo desee ser humo de cigarro, tener la gracia de desaparecer, pues cada que se apaga un cigarro es como si el telón se abriera, aparece en el mejor acto de su vida el humo, hace gala de sus movimientos y adiós.
No hay llanto, no hay drama, no hay vacío culposo, solo una secuencia armoniosa, única e irrepetible.
Hasta el día en que me di cuenta de que soy un ser humano grotesco, lleno de ataduras que me impedirán desaparecer de una manera tan fugaz y hermosa, que padezco del sentimiento egoísta de querer que el día que me valla alguien por más poco importante que sea, sufra por mi, sienta que en efecto es una partida terrible, única e irreemplazable.
Humo, humareda, humeante
La humareda fue inevitable, las mentiras resultaron ser mas combustibles de lo que ambos supusimos, y lo peor estaba por venir, tus intentos febriles de encontrarme/encontrarnos entre tanto caos, la necedad de querer llegar a la otra persona, sin importar las quemaduras, las perdidas, los llantos y los reclamos, solo llegar.
He intentado esconderme, jugar a la casa de los espejos entre tanto humo, hacerte creer que también te buscaba cuando en realidad huía despavorida, esperando que en algún momento tu sentido común te dijera que no era normal seguir no encontrándonos en un cuarto de tres por tres.
Y aunque cada día me resulta más difícil mantenerme pegada al muro evitando tus roces y por ende tu encuentro, la humareda va desapareciendo, y solo atino a preguntarme, como te veré cuando el aire sea claro, como te veras cuando te diga que me asqueas, que me cansas, que preferiría que hubieras muerto en la humareda.
Humo, humareda, humeante
Hay días en que me siento ridículamente humeante, casi puedo percibir por dentro hay una pequeña explosión y el humo corre urgentemente por mi interior buscando una salida, ayer por ejemplo el gato que estaba acostado en mi estomago huyo al sentir como el ombligo parecía olla express.
Primero pensé que estaba alucinando, pero después de una serie de experimentos que incluyeron detectores electrónicos de humo como audífonos, hojas que cambiaban de color por reacción química al exponerse al humo y un día completo de contemplación de mis orejas a cargo de Luca, el muy cabroncete exclamo muy propio – Pues si, incluso puedo percibir que no emanas cualquier tipo de humo, el tuyo es de colores, y si le ponemos un poco de trabajo e imaginación, eres capaz de contar la historia de Alicia en el país de las maravillas-
[T-T]
Durante mucho tiempo me resulto imposible estar mas de tres horas en algún antro, cafe, bar o lugar cualquiera en el que más de 2 personas tuvieran la necesidad imperiosa de fumar, muchos pensaban que yo era muy sensible, primero que sucedía era que mis ojos empezaban a ponerse vidriosos, como si me hubiera conmovido enormemente la historia de martin, al narrar como su vieja lo había dejado por no bajar la taza del baño después de usarlo, después se me inundaban de lagrimita y mi párpado la hacia de barra de contención, como si me hubiera conmovido aún más la historia de luca, que contaba con infinita tristeza como había encontrado a su novia con otra mujer en la cama y que al preguntar porque, la única respuesta que obtuvo fue “porque voy a negar mi homosexualidad para tapar la tuya”
Hasta que el llanto era inevitable, y mis ojos parecían pozo sin fin, justo en el momento en que Leticia narraba el tragedión de su vida, como su amiga le había bajado no solo al novio, si no la casa, gran parte de la cuenta en el banco y lo peor, su bolso chanel que nunca le regreso.
Y aunque no salía sin mis gotas para los ojos, nunca las usaba cuando estaba con ellos, la dinámica resultaba productiva para todos, ellos desahogaban sus penas, yo me conmovía hasta las lagrimas y ensayaba mis mejores frases de fraternalidad, y mis ojos encontraban consuelo cuando los pupilentes, después de cada reunión regresaban a su estuche, para dejarlos correr libremente por su ceguera.