Me gustaba escuchar el sonido de las monedas que caían en la duela del cuarto donde cada fin de
semana te desnudaba en nuestra rutina sexual, escapaban gráciles de los bolsillos de mis jeans flojos
y rotos, se escondían debajo de la cama, entre las sábanas y las fundas de los preservativos, jugaban
a ser nuestro volado entre la razón y la locura, el incomprensible azar en el que nuestro sexo estaba
regido, como cada fin de semana, en el departamento de tus amigos, la cocina, la sala, el baño, la
terraza, el piso del comedor, las sillas plegables y ése rincón con almohadas.

Supongo que tu mejor cualidad en la cama es ser delgada, tienes un dominio completo sobre las
cosas que quieres y llegas a tu objetivo rápido, te sabes buena amante y convences, seduces, ofreces
tus servicios al dueño de turno y te dejas llevar por tu ritmo, tus necesidades y tus frenéticos
rasguños. Sabes que tienes el control, con esa cintura y esas tetas, con ese culo envidiable y tus
muslos abiertos y esa irresistible manía de ponerte a descansar después de tus gritos orgásmicos.

Bah, preferiría verte de nuevo tal como eres, con tus pretextos baratos para ponerle mayonesa a
todo lo que comes, con el cabello esponjado y tu mueca de sonrisa, preferiría conocerte de nuevo,
invitarte a comer de nuevo y no hacer una historia con tus recuerdos, que me obligan a imaginarte
como nunca fuiste: Delgada.

Oscar, escritor a medias, actor a medias, estudiante a medias, oxímoron de tiempo completo.

(@mandariino/mandariino.blogspot.com)