Hace mucho tiempo no me siento nostálgico, o extrañando algo, o simplemente con problemas. ¿Será que he llegado a un punto donde es hora de escoger camino? Muy probablemente sí. Eso que restan tantas cosas por hacer: finalmente la mudanza, finalmente buscar el trabajo, finalmente decidir que deseamos en mi núcleo familiar. Si somos niños jugando en un desierto, los niños ahora están cansados y permiten a los adultos tomar decisiones. Las sombras de los muebles, con el sol que pasa a través de la ventana, siempre me recuerdan la niñez. Si me quedo mucho tiempo mirando sombras, puedo emular nostalgia, ¿o más bien será melancolía? Son tan raros ambos términos, tan ambiguos, que la decisión de como usar uno u otro, siempre queda en el lector.

En estos tiempos, me gustan más los cafés y los verdes, los colores ocres. Los azules y los grises los he dejado un poco de lado. ¿Tendrá alguna razón de ser, el cambio de los colores preferidos?

Escribo menos, tal vez porque deseo menos. Tengo todo lo que deseo, en cierta forma. Nunca he sido un hombre muy complicado en los deseos. Me gusta obtener lo que pido, y dar lo que se pide. Entiendo los idiomas ocultos pero no me gustan, no los hablo. No siempre. A veces por jugar escondo lo que realmente deseo decir. A veces me gana el niño que se esconde en los desiertos, y juego con idiomas ocultos. Los hay para todo… entre los amigos, entre los amantes, entre los géneros, entre las clases sociales. Desde los movimientos del cuerpo, hasta las frases que no terminan intencionalmente. Eso… me parece muy interesante, es algo que siempre trato de representar cuando escribo algo. Crear un lenguaje cómplice, entre lector y autor.

Sé mi cómplice, todavía tengo cosas que enseñarte.