Ayer, en un lugar llamado Naxxramas, entraron veinticino valientes al cuartel militar. Descuartizamos hordas de caballeros de la muerte, iniciados, adeptos al culto oscuro y armas encantadas (de verdad, armas que vuelan por ahí para atacarte). Matamos a los líderes: El Instructor Razovious, Gothik y a los Cuatro Jinetes de Kel’Thuzad. Después de dos horas, me gané una de las mejores espadas para tanque del juego: La Promesa Rota.
Es esa cosa horrible que tengo en mis manos. Me gusta por fea. Nunca he desperdiciado el valor de algo feo por feo, y en ello, también encuentro su propia belleza. Los picos, el brillito, el sol que esta a la punta de la espada. Todos esos elementos disonantes para crear una supuesta “espada”, un objeto único. Desde luego, el nombre me llamó la atención: The Broken Promise. Caray, diría que tiene algo de literario en eso.
La razón del nombre, es un poco más un guiño para los jugadores, que una historia detrás del juego. Pensaba que tendría que ver con algún Paladín que se volvió maldito, o algo así.
Antes de que yo jugara, la espada ideal para un tanque, incluía una velocidad alta (1.50, un valor que no entiendo, y que sólo los WOWIES más geeks pueden calcular). El valor de velocidad para esta espada es de 2.40. El equipo de Blizzard había prometido que nunca volverían a desarrollar una espada “lenta” para tanque. Es por eso que esta espada se llama “La promesa rota”.
Ya la estuve probando y sí, es lenta como la chingada.
Han sido buenos días para Quel’Thalas. Estoy tratando de conseguir dos cosas particularmente difíciles. Una, es reputación con unos gigantes de hielo. Y la otra, hacer 685 misiones en Kalimdor para que me den un logro. En el segundo, ya llevo 610 misiones y no sé donde demonios conseguir las otras 75. Algún día pasará, supongo… mientras tanto, sigo buscando misiones hasta por debajo de las piedras. Estoy tan obsesionado con eso, que he llegado a enfadarme.
Ah… la belleza de los videojuegos.