Me duele en algún lado desde hace unos días. Primero era un hombro, después el otro. He estado moviendo los hombros, adelante y atrás. ¿Si esa es la causa del dolor? Aún no lo sé. Tal vez, la causa del dolor es la cama, o es el frío. Es la edad. Es el cigarrillo. Es sentarme a escribir más de dos horas diarias una novela. ¿Y si la causa del dolor es el estrés? Estrés de qué. Eso no existe aquí. Me gusta pensar que sí. Pero no. No existe eso aquí. Sin embargo, existen los cafés de nescafé, la coca cola, los cigarrillos, los lotes baldíos, los cielos limpios, los niños que juegan, los vecinos un tanto escandalosos….

Pláticas inusuales por el mensajero con personas con las que ya no platicaba durante el trabajo. Me he mantenido ocupando haciendo planes para un par de negocios que ojalá den frutos, buenos frutos, y me regresen la actividad. Ganar lana, básicamente. ¿Escribir? Vaya, nunca me ha dejado buen dinero. Hay gente a la que sí, y no sé como hace para transformar eso en un negocio. Los billetes verdes, y morados, y azules. Escribo por satisfacción, tal vez lo haga toda la vida. Ya me eduqué para despertar y pensar: Tengo que seguir escribiendo, ya no lo puedo dejar pendiente. Y funciona. Escribo dos líneas, dos párrafos, dos páginas si tengo suerte. No tengo un ritmo todavía. A las tres de la mañana me descubro desvelándome con el archivo abierto, pensando que sigue y que sigue. Y va bien.

Esta semana no escribí en el blog para que vieran los cuentillos de recolectivo. Espero ya hayan apartado su copia. Según me cuentan, se están vendiendo como pan caliente. Sin embargo, puedo confesarles que a petición de un colega, mandé un cuento para una página (Desde la izquierda) que se llama “La Bestia“. Este cuento dio pie a un personaje que eventualmente me pediría una novela.

Así son las cosas.