Aristócratas, esa palabra que se atora con la t y en labios envidiosos, sisea las eses que tiene. Es una palabra vieja, una que se hunde más y más conforme pasa el tiempo. Ahora se utiliza como una burla, con un dejo de sarcasmo, es una palabra que gradualmente se convierte en una referencia obscura. “Nuevos aristócratas”… ¿a qué se refiere? ¿A las familias influyentes de nuestro pueblo? ¿A las figuras populares que alzan rapidamente en influencia, por los millones que ganan en su concierto? ¿O al aplauso de las habilidades de una persona, que, sin saberlo, la época le exige entretenernos como un bufón hasta que nos hartemos de él y acabemos de masticarlo con los dientes?

Mientras tanto, el Príncipe Carlos se quita la pelusa del ombligo, y se ríe de las nimiedades de nuestros pensamientos, nuestra retórica falsa que apenas le toca la punta de un pelo en el pubis.

-Perdón monines -dice-, yo sí tengo cosas que hacer.