Ayer una mujer me preguntó que si creía en “la magia”. Específicamente en los “momentos mágicos”. A lo largo de los años, ya no me gusta decir “no creo”. Me gusta pensar en las posibilidades, incluso en algo que puede ser absurdo como el “momento mágico”. Curioso. Le respondí: “Sí, creo en los momentos mágicos” mientras pensaba… más bien, en los pequeños accidentes, el azar que luego nos atrae la mirada al reloj, a los ojos de otra persona, al momento de un accidente automovilístico, a salvarnos de la muerte, a que los cigarrillos se acabaron y no saliste a comprarlos por “no se qué” y al día siguiente, el vecino te cuenta que asaltaron el Oxxo. Hay otras cosas que no pueden ser azar, meramente. Por ejemplo, la posibilidad de tener una relación turbia con alguna mujer llamada Claudia. Lo que puede pasar si el número 21 esta presente en mi número de asiento, en el boleto de la lotería, en la camiseta de un chavo. Que la mujer de la que me enamoré cumpla años el mismo día que yo. Momentos mágicos. Sublimación. Tonterías que nos sostienen con vida y con la imaginación alerta, como para explotar en cualquier momento.
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