• El personaje de Alicia jamás fue escrito para crecer. Burton “no quería hacer una película de encuentros y de locuras. Necesitaba un guión de conexiones emocionales”. Bueno, tal vez Burton debió leer los libros en vez de sentarse a mirar esas películas que tanto le preocupaban. Alicia en el País de las Maravillas y A través del espejo, son esa colección de cuentos que le contaba Dogdson a Lidell cuando ella era niña. También, es importante decirles que A través del espejo es una despedida. La niña se vuelve adulta y pronto se vería envuelta en el juego social que le corresponde. Dogdson, triste, tuvo que aceptar que Alicia pronto ya no se vería interesada por más cuentos y ese fue el final.

  • Ojo: Dogdson no era pedófilo. Quítenselo de la cabeza si alguna vez lo creyeron o lo sospecharon, o tienen la idea de que pudo ser. No lo fue.

  • La película de Burton es como un doloroso revisitamiento al guión de Narnia, una niña (perdón… una huevoncita, porque esta Alice ya tiene 20 años) en un momento clave de su vida encuentra un escape a un mundo fantástico, donde cambiaron los nombres de los personajes, donde te recalcan que fantástico es que los animales hablen, donde la chamaca tiene que hacerse una guerrera porque el destino así lo quiso y eso, ella no lo sabe, pero le dará las riendas de una vida que dejó inconclusa. En fin. Alicia parece un folletín de auto-ayuda y valores repetidos y reciclados. ¿Por qué hay guerras en el mundo de Carroll? ¿Dónde quedaron los acertijos, los diálogos inteligentes entre los personajes, los símbolos, la verdadera locura, la melancolía y la tristeza?

  • Una cosa muy importante: La reina roja y la reina de corazones, NO son el mismo personaje. El amalgama que hizo fue poco acertado, y un poco estúpido. El primer libro es un juego de cartas. El segundo es un juego de ajedrez. Combinarlos en una guerrita mamona al final, me hizo gruñir en voz alta y pensar que estaba repitiendo ese doloroso momento de la vida, donde vi la película de Dragon Ball.

  • Las tres veces que salió el árbol del “Jinete sin cabeza” para decirle a su público: “Hey, soy Burton”, me cagó. De verdad me cagó. El puto árbol aparecía por todas partes. Para entrar al país, atravesando el río, afuera de los jardines de la “Reina Blanca”. ¿Para qué y por qué? Curioso, en esta película todo lo que pudo aportar Burton visualmente hablando se diluyó como agua para regresar a los animales de fábula… que, insisto, parecían sacados de Narnia.

  • Durante los primeros diez minutos donde estaba entusiasmado por la película, me sentí contento cuando usó una línea directa de los libros como homenaje: “Al menos pienso seis cosas imposibles antes del desayuno”. Ese diálogo se lo dice el rey de corazones cuando se encuentra a Alicia en el primer libro (si mal no recuerdo, si no, es el rey rojo en el segundo). Burton, ¿por qué no?… usó esa línea para darle en la madre a toda la película. La convirtió en un chicle que se gastaba, y se malgastaba. Hasta que se le perdió el azúcar y la consistencia. No sólo eso. Al final, cuando Alice lo usa como un mantra de auto-ayuda, simplemente le dio en la madre.

  • El Sombrerero Loco no es un personaje cuya locura nos puede ser tierna y vital. El Sombrerero Loco no puede ser nuestro mejor amigo, la persona que estuvimos esperando, la persona a la que le importamos de verdad. Burton le destripó el peligro, la locura, el cinismo, lo siniestro. Al gato de Cheshire lo convirtió en un Garfield oscuro, con poderes de desaparición. Gradualmente, me convencí de que su versión no estaba aportando nada, que sus personajes lejos de ser una reinterpretación, eran máscaras de otros personajes, esos mismos que siempre han vendido tan bien y entregan mensajes de manera superficial, lo suficiente para salir del cine, hablar de ellos y luego olvidarlos. Sus ganas de entregar una Alicia llena de conexiones emocionales… me parece que le quitaron todo lo que lo hace Burton.

  • No lleves a tus hijos a ver esta película, de verdad, a no ser que les tengas poca fe de que algún día abran un libro.