Eso le digo a mi perro en las mañanas: “Disciplina Killer, eres mi amistad”. El perro ni voltea, simplemente busca un rincón y duerme. Asumo que está mejor disciplinado de lo que me imaginé. Mañana se lo diré a mi mujer, bien tempranito: “Disciplina Sol, eres mi mujer”. Seguro una patada accidental caerá en mi entrepierna y luego recargará la rodilla en mis tanatitos. Las sutilezas del matrimonio. No se hable del cacto: “Disciplina Bob, eres mi mejor amistad”. El cacto, mientras cruje entre sus espinas ensangrentadas los intestinos de un gato muerto, volteará a verme y le brillarán los ojos. Al menos he logrado que evite los niños, por nuestro bien. –Vivimos en un lugar muy pequeño Bob, aquí, seguro vendrá una turba y nos linchará con piedras y antorchas –Preocúpate por ti, que eres humano –responde el cacto y unos ojos negros inexpresivos. Sin embargo, los niños no han desaparecido y asumo que el cacto se preocupa por mí, a su manera muy particular de preocupación. Es una vida muy tranquila la de Cholula, nubes llenas de tres puntos y vientos que alargan los silencios. En las tardes, todavía pasan las bicicletas de los señores que tienen oficios. Señores disciplinados. A la mejor por eso me es tan fácil tener un oficio ahora. La disciplina te cae sola como una rutina en un lugar donde no sucede el tiempo. Tal vez debería pedirles indisciplina. “Indisciplina señores, indisciplina. Mujer, indisciplinate. Salgamos a romper las calles”. Mejor.
Dedicado a mi familiar: Aline Salazar.