Este es un librero de casi puras ediciones Porrúa, que compré para mis clases de Cultura Grecorromana (y otras que fui salvando de las mudanzas). Las ediciones Porrúa (Ojo, la colección “Sepan Cuántos”) son ediciones muy económicas, papel muy delgado y suelen imprimir en dos columnas. Estas ediciones luego son la salvación de un estudiante que necesita tener en sus manos el texto. Suelen menospreciarse porque no son bellas, ni de tapa dura, en realidad son como lo más feo y más práctico del mundo. Sin embargo, a mi me gustan (y mucho), y debo confesar que me sacaron de aprietos más de una vez. Cuando era niño, en mi casa había ediciones Porrúa por todas partes, de todos los libros imaginables. Fueron, tal vez, de mis primeras nociones de lo que era un libro lleno de letras. Esa edición de “Los Miserables” fue de las primeras que tuve en mis manos y recorrí, imaginándome si algún día podría ser capaz de leer todo eso. Ya soy un adulto. Ahora sé que es imposible leerlo todo.
Las ediciones Porrúa que contiene este librero, son: Libro de Poemas / Poema del Cante Jondo / Romancero gitano / Poeta en Nueva York / Odas / Llanto por Sánchez Mejía / Bodas de sangre / Yerma (Federico García Lorca), Cuentos (Andersen), Eneida / Geórgicas / Bucólicas (Virgilio), Niebla / Abel Sánchez / Tres novelas ejemplares y un prólogo (Unamuno), La Odisea (Homero), La metamorfosis / El proceso (Kafka), Los miserables (Victor Hugo).
Otros libros: El complejo de Lolita (Rusell Trainer), Los indios de México (Fernando Benítez), The Hair Tree And The Story Of The Opal (uno de varios suplementos para educar a los niños a leer en inglés), Cuentos de invierno (I.M. Altamirano), Marx para principiantes (Rius), AbCHÉ (Rius), El laberinto de la soledad / Postdata / Vuelta a El laberinto de la soledad (Octavio Paz), Diarios del fin del mundo (antología), Los fundadores (Mario Mena), The Trial (Kafka – edición cara), Sophie’s World (Jostein Gaarder), un libro de Ética que aún conservo de la preparatoria y un cuaderno de apuntes universitarios.
También, conservo dos pedazos de mi vida preparatoriana: Dos cuadernos CUM, con la bitácora del 106.
Gracias a la foto, ya saben que mi compañero Jose Alberto Merino (parte del ensemble llamado “El bolonio y sus rascaescrotos”), cumple años los 17 de Febrero. La bitácora del 106 era un registro de las babosadas que hacíamos en la preparatoria para matar el tedio hormonal. Chamacos, al fin y al cabo. También registraba todas aquellas veces en que molestábamos a los profesores y los sacábamos de sus casillas. Como no fuimos la última generación de varones, debíamos mantener el nombre en alto y hacer lo posible para que fuésemos inolvidables. No esa horrible etapa de transición. Recibí regaños por escribir la bitácora, varias llamadas de atención y felicitaciones por parte de diversos profesores. No se decidían. Era clásico escuchar a uno de mis profesores decirme: “Deja en paz la bitácora, coleguilla” y días más tarde, que me dijeran: “Anota eso en tu bitácora, Fest”. Existe su versión en internet (1999). Todavía está con vida en Bitácora 106. No lo leo porque me avergüenza que usé “hechar” y “echar” en una misma página.
Rius y sus monos. Eran, en cierta forma, libros didácticos y plagados de humor negro. Rius hacía un viaje desde el inicio (generalmente, empezaba con el hombre de las cavernas), hasta su objeto de burla. Otro recuerdo infantil, que me enseñó que los monos no siempre son para los niños. Veía los dibujos de Rius y me preguntaba como diablos podía entender todo lo que me estaba diciendo, inmediatamente después venía un mono y me reía. La niñez. Después que los volví a repasar, ya con un poco de consciencia formada en la mollera, tuve el agrado de sonreír y reírme de sus ocurrencias. Dos ejemplos:
A Spinoza nadie lo tragaba, primero por ser judío y luego porque dejó de serlo al volverse ateo.
“Dios no existe como dice la religión –aseguraba Spinoza sino como un principio espiritual e impersonal, como una substancia, de la cual era una realidad del universo… (El panteísmo pues: ‘TODO ES DIOS’..) Por todo éso, Spinoza vivió pobre puliendo lentes…”
Mi selfless shamepromotion. Diarios del fin del mundo. Conservo tres copias. Una ya está apartada, y otras dos, me imagino que las usaré en algún futuro.
Y finalmente, mi cuaderno de apuntes universitarios:
¿Ven? Cuánta atención prestaba en la universidad.
Algunas veces, anotaba cuentos o poemas que veíamos en clase. Los copiaba de los libros, o de las copias. Esto lo hacía para entenderlos mejor y para conservarlos. Una excelente excusa para no tirar esos cuadernos. Ese, si no me equivoco, es un fragmento de “The Lord of the Flies”.
Creo. ¿Alguien puede corregirme?