El problema de las banderas es que tan pronto existen, te ofrecen algo que traicionar.
La bandera es como la religión también. Tan pronto naces, te dan una nacionalidad y una bandera (junto con otros símbolos patrios). No puedes escogerla. No en el momento que llenan tu acta en el registro, al menos. Miles de agentes burocráticos llenan miles de actas, tecleando rápidamente sobre la línea blanca definida como “nacionalidad”.
Si más adelante hicieras el trabajo de abandonarla, en algún momento sabes que fuiste. Ves la bandera y piensas: “La traicioné” o bien, “Nunca significó gran cosa para mi”. Hiciste la tarea de irte, sin prestarle tanta atención, y te viene el sentimiento romántico: “Ahora que estoy lejos… mi bandera significa algo”.
“Nunca la llevé a las espaldas, en mis manos, o la alcé para ondearla”.
Igual que muchos, me gusta pensar que no poseo ninguna afiliación. Que soy un agente libre. Soy el hombre de mi propia bandera y esta bandera es ninguna, un símbolo irresoluto, indefinible, inexistente.
Mentiroso.
“Mis banderas son mis gustos musicales, los autores que me definieron, la familia que me formó y estoy formando, lo que sé que no soy, el águila y la serpiente -sobre un nopal- de mi nación”. Es un argumento simplón, pero válido y efectivo. Aún cuando no lo quieres, esa primera bandera que un aburrido agente burocrático, y un juez, y los testigos, te dieron a unos días de nacido esta ahí. Te pertenece. Vives alrededor de ella. Vives negándola, haciéndola mierda, cagando sobre ella, recortándola con tijeras o con tinta, pero ahí estás, como una pequeña luna orbitando alrededor de su tela. Es la verdad.
Eres un ciudadano del mundo, pero sabes de donde vienes y cómo hiciste un cagadero para huir de ella. No es que la adoración sea una mejor opción. A lo largo de la vida escuchas explicaciones -explicaciones tan variadas- de qué significa la bandera, cómo y por qué surgió y cuáles son tus deberes respecto a esta. Tal vez, se convierta en un pensamiento a segundo o tercer plano. Basándote en esos primeros criterios escoges banderas que te gusten y definan. Esas otras banderas que pueden acomodarse como un árbol organizacional, debajo de la primera. Un collage hecho con pegamento y revistas rotas sobre una cartulina rotulada: “Esto soy”, y se va modificando a lo largo de los años para incluir líneas y raíces más complejas.
La bandera inicial simplemente observa. Esos distintos significados que has escuchado a lo largo de los años, la mitifican. En cierto modo… creer en una bandera puede ser tan absurdo o vital como creer en dios.