Me animé a leer el artículo de Lilián, y luego… escribí esto.

Hay muchas veces que un tema superficial adquiere un alcance mediático sorprendente y que toma la voz y la opinión de un centenar, un millar, un millón de gentes. Toda la atención se dirige a ese lado como si fuéramos perros hambrientos que no han probado buen bocado desde hace varios días. Me da pereza comentar sobre esos temas porque ya se sabe que hay tres tipos de opinión: Estoy a favor, estoy en contra, o nini (ni bueno, ni malo). Generalmente –a excepción del nini porque parece la más honesta a la hora de expresar que por ignorancia no tomo ni una, ni otra– la buena y la mala están mal documentadas, mal informadas y puedes escuchar como una persona hace el ridículo durante varios minutos a la vez que escupe un hilo de incoherencias qué, después de varios años de práctica en el arte de la discusión, te das cuenta que no van a ningún lado y el único propósito es ver quien aguanta más.

Hace unos días un grupo de ingleses, medio payasos, hicieron una broma respecto a un coche de manufactura y creación mexicana. El programa británico vive de los estereotipos. En eso basa su fama, esa es su audiencia y así es como consigue televidentes. Esta vez hicieron una burla a los mexicanos, arrastrando en su camino al embajador mexicano en Inglaterra (¡Inclusive a él! Santo cielo). Dijeron que los mexicanos son unos huevones y grasientos, el estereotipo de siempre. Incluso el mismo mexicano tiene la gracia de llamarse huevón de vez en cuando. El fragmento del programa llegó a Youtube y sorpresa, sorpresa, tenemos a cientos, miles, millones de mexicanos indignados por un trío de imbéciles.

La broma no me la tomé personal. Hay muchos que sí, quién sabe por qué. Comprendí, sin embargo, que la acción de Top Gear podía atraer serios problemas diplomáticos. Ya se hizo la acción correspondiente que es exigir una disculpa y el productor hizo lo que se esperaba de él: defender el trabajo por el que viven esas personas y el trabajo del que se alimentan. ¿Qué otra cosa iba a hacer? No digo con esto que sea un buen trabajo. Un trabajo que depende de burlas discriminatorias para su existencia, en mi opinión, no es uno de esos trabajos con los cuales uno pueda irse a su casa y sentirse orgulloso, sentir que estás haciendo algo por el bien de la humanidad. ¿Pero cuántos tenemos uno de esos trabajos? Finalmente ya se pidió la disculpa y ellos hicieron lo posible por mantener una “congruencia” y “ofrecerla”.

¿Por qué seguir con el circo? ¿Qué nos ofrece a nosotros este evento que casi llega a lo insignificante cuándo en casa tenemos problemas de mayor urgencia? ¿Hace falta, siquiera, enumerarlos? Me asombra que aún se hable de “Top Gear” cuando tenemos mucho por hacer para tener una nación en la cual todo mexicano pueda vivir con dignidad, vivir seguro, vivir de acuerdo a leyes que se cumplan. Es espantoso porque parece discurso político (y ya sabemos lo mucho que se puede confiar en uno de esos), pero la verdad es que nos falta mucho para llegar a ese bienestar, nos faltan años de trabajo individual y comunitario con miras a no rendirse, a ser optimistas y a dar lo mejor posible para el cumplimiento de aquello que parece lejano.

El problema de esta bromita estereotípica es uno, más bien, humano. La solución sería un aprendizaje utópico para que un ser humano no se ría de los defectos de otro para su diversión, ni beneficio. ¿Está difícil? Sí, seamos honestos: Nos hemos reído de otros por sus defectos. Puede que después de la carcajada nos reprendamos en silencio, o bien, aceptemos que está en nuestros genes reírnos del que falló, del pobre de virtudes, del desgraciado. Puede que nos riamos involuntariamente, puede que lo hagamos en silencio o que vayamos al baño a reírnos. Ya pasó la risa. Ya pasó el chiste. ¿Qué sigue? ¿Le tiendes la mano a la persona que acabas de insultar con tu carcajada? ¿O sigues riéndote de ella? En la respuesta consiste la solución o el inicio de muchos problemas.