Sonrisa del cacto
Alfonso Reyes
En tierra dura, bajo esquivo cielo,
ásperamente un cacto verdecía
y una púa brotaba cada día
imagen de su largo desconsuelo.
Helo desesperado y mudo, helo
retorcido de sed; y parecía
náufrago que porfía todavía
y alza los brazos desde el mar del suelo.
Impaciente y siniestro dios arcano,
a maldecir tu condición te orillas
cual otro Balaán, pero es en vano:
Honda gracia vital te torna ufano,
y bendices con flores amarillas
y un hisopo de sangre en cada mano.