En Chipilo, me han dicho, se hacen los mejores quesos y otros productos lácteos de la nación. En México puedes ir a un súper-mercado y descubrir que algún chistoso, utiliza el nombre del lugar para su fábrica, cuando en realidad Chipilo está lleno de pequeños productores y todos procuran entregar productos de calidad. En general, sé que si el queso viene de Chipilo, será un buen queso. Estará hecho de bastante leche y no tendrá un sabor a plástico, medio sintético, como los quesos de marca.
Mientras caminaba, descubrí que alguien había tirado todos los boletos a Chipilo. Un boleto tras otro, en dos kilómetros de caminata. Como si alguien hubiera asaltado a un autobús y le hubiera robado todos los boletos para que nadie pudiera llegar ahí. Entonces me puse a pensar si últimamente había escuchado de Chipilo, si alguien había logrado llegar a ese lugar después de que los boletos, ya rotos, ya usados, ya perdidos en las calles, dejaron de existir para los viajeros. Empecé a preocuparme.
Recogí cada uno de los boletos sin saber exactamente por qué y recordé que todavía tenía dos bolas de queso de hebra de Chipilo. Me duraría un mes, un mes y medio, pensé, y cuando se terminara y Chipilo todavía no existiera, podría comprar queso de otro tipo. Queso manchego, por ejemplo, o queso gouda, queso a granel en algún otro mercado o tal vez queso gourmet en el Costco. Supongo que me animaría, de una vez por todas, a probar ese queso Oaxaca Kosher, que está cuarenta pesos más caro. Tal vez, ya que Chipilo había dejado de existir, ahora sí traerán el queso de hebra desde Oaxaca. Camiones y camiones de queso refrigerado, para surtir las necesidades de todo el estado.
Me sonreí. Tal vez Chipilo no estaba desaparecido, sólo que sus calles y los vivientes de sus calles, estaban cansados. En medio del cansancio nació la idea–: Necesitamos preparar el regreso. Había cerrado sus caminos y sus boletos dejaron de servir para todos. El gobernador habló con los productores de queso y les pidió que hicieran pruebas, el experimento para llevar sus quesos un paso más adelante. Se hicieron sacrificios, murió gente, algunas familias se rompieron… pero todo por el buen queso. Afuera, todos los puestos con el nombre de Chipilo han cerrado sus puertas y habitantes de su municipio, que los atendían, han regresado a casa para contribuir a la quesada más grande de la historia.
En otra parte, algún camión con la ventana abierta, con un conductor crudísimo, está dejando ir los boletos de Chipilo porque todavía no se ha dado cuenta.