• En Cancún, como en el resto de América, también hay chanates. Su negrura azulada los muestra majestuosamente como son: ladrones, altaneros, nada respetuosos de los hombres. Entraban al restaurante que estaba cerca de la playa y buscaban las migajas, los platos abandonados, cualquier cosa que les sirviera para alimentarse. Algunos trataban de asustarlos… yo, la verdad, los perseguía para fotografiarlos. No tenía mucho éxito. Los chanates también son listos, astutos y no se quedan en un lugar más de lo que saben que pueden sacar de él. Me parecen como cuervos, pero sin la picardía, ese tinte de ruda elegancia… Ah, bueno, los chanates.

  • Daniel Day-Lewis parece un chanate en la película de Nine. Se viste de negro, tiene la corbata desaliñada (como un hombre que no sabe usarla) y muestra con orgullo las líneas blancas de su cabello y las líneas de su frente. Interpretó con facilidad el papel de un ladrón emocional, como el chanate que da de saltitos y mueve la cabeza, buscando el plato de comida sin atender.

  • ¿Para qué hablar de Daniel Day-Lewis, si Penélope Cruz me arrancó los gemidos de un puberto en su escena de ropa interior, columpiándose en las cuerdas y meneando la cadera con el estigma de la amante? Ah, no lo sé. No sabía que Penélope Cruz pudiera ser un talismán sexual de tanta intensidad hasta que vi esta película. La he visto en otras, cómo no, y siempre me había parecido… digamos, bonita. Ahora me daré de topes en la pared cada que la mire en otras películas y me acordaré de su llamada telefónica, y de todos los placeres recibidos (sí, esos, esos que sólo sobrevivirán en la cabeza del espectador, del lector, del escucha, del pasivo, del imaginador.)

  • Vi Transformers 3 y no le entendí.

  • En serio, traté de entenderle, pero es que Michael Bay… bueno, ya saben que es una risa ese señor. Transformers 3 me pareció el comercial más largo de la historia y no lo digo por las marcas, sino por esas escenas largas, la música tribal o emotiva, los momentos aspiracionales, los destellos en cámara lenta para demostrar la frenética lucha del ser humano por superar la adversidad y por supuesto, la bandera estadounidense que aún cuando estaba maltrecha, ondeaba orgullosamente.

  • También estoy tratando de entender la repentina violencia de Optimus Prime, las escenas largas para presumir a su nuevo juguete actriz, los diez minutos en escena de John Malkovich, las escenas de pelea donde se transformaban tan rápido que me mareaba, la aparición de Neil Armstrong y la obvia lucha de Michael Bay para demostrar que es un director carajo, ¡un director con 300 millones de dólares y se puede quemar el puto dinero como guste!

  • Miré una película llamada Ondine, que supuestamente jugaba con el mito de las selkies, unos espíritus marinos que luego adquieren forma humana para hacer todo tipo de juegos y de trucos. Los selkies son una raza en Final Fantasy X, que te enseñan uno de los juegos más repetitivos de la historia y que pueden extender horas, y horas, y horas el juego para que obtengas los mejores beneficios. Nada de eso importa. Lo que importa es que aparece una actriz llamada Alicja Bachleda (nacida en Tampico, México… mira, qué chistoso) en una escena de ropa interior y se echaba el chapuzón. Me distrajo de todas mis obligaciones. Me encontraba levantando pesas cuando mi esposa puso la película (nah, estaba lavando trastes) y de repente la mocosa se quitaba la ropa o se mojaba el vestido que se le pegaba al cuerpo. Entonces lo ignoraba todo porque adquiría un gran interés en la película, su historia y los selkies. ¿Verdad?

  • Si comparamos a Penelope Cruz, Marion Cotillard o bueno, Alicjia Bachleda… con la mujer esta que aparecía en Transformers 3… pues te quedas con las otras. Me pareció una mujer insípida y poco interesante. Algunos piensan que tenía que llenar los zapatos de Megan Fox y pues sí… no sólo los zapatos de Megan Fox, sino los zapatos del oficio (ese de actuar en una película).

  • Megan Fox –contrario a todos los pronósticos y atravesando esos prejuicios de que lo bello solamente sirve para aparador como los maniquíes–, sí actúa.

  • Debería hablar de Harry Potter 7 para terminar esta excursión cinematográfica. Lo único que se me ocurre es que el mejor chiste del mundo, es ese que reza que Voldemort estaba enojado porque le quitaron su nariz o bien, que Ralph Fiennes se arrepentirá de esa operación que se hizo para quitársela. Lo que esperaba con ansias de la película era el epílogo porque una de las cosas que me atrajo de los libros, fue la relación que tenían Potter y Malfoy de rivales. Vaya, Harry Potter en Japón sería… Naruto. ¿Entienden? Ese epílogo donde al final, Potter y Malfoy se saludan mutuamente, con discreción y respeto, se perdió totalmente en favor de ver a los actores principales maquillados para aparentar una madurez que todavía no poseen.

  • Los actores de Harry Potter no parecían adultos que entraban a la crisis de los mid-thirties. El motivo puede ser que uno creció con los actores durante ocho películas y que se convirtieron en una referencia de la edad, del paso del tiempo. Lo mismo pasó con los libros y sus entregas casi anuales, extendiéndose cada vez en temas más adultos.

  • En todas las otras películas de Hollywood y todos sus otros actores, al parecer, serán felices aparentando sus treinta cuando ya están llegando a los cuarenta, o ya los rebasaron, o están tocando la puerta de los sesenta y se venden como cuarentones. Los actores jóvenes (y jóvenes es un decir, menos de 35 es joven) tienen problemas de credibilidad, de estilo, de gracia. Qué se yo. También puede ser mi culpa, puede ser que estoy ya en ese camino amarillo donde todo lo viejo es mejor, y donde seguiré viendo películas donde Bruce Willis es el héroe, y Daniel Day-Lewis es un galán, y John Malkovich enloquece… para alimentar a mi aspiracional masculino. Mientras que Penélope Cruz, Renee Zellwegger, Nicole Kidman, Michelle Pfeiffer, Sandra Bullock coquetean como quinceañeras o actúan esas crisis que –con suerte– ya dejaron unos años atrás porque son un terreno ya explorado para el onanista creativo.

  • En México también pasa, no se crea, Lucerito siempre será jovenzuela (se le nota esa chispita en la mirada, ¿no? aún cuando parece que ya asumió con dignidad ese papel de señora) y Eugenio Derbez es el cómico por excelencia. Ah, mejor que no se diga nada, o Chespirito sale –con todo y disfraz– de la cámara al vacío que todavía lo conserva vivo a matarnos de sustos, de carcajadas y de humor simplón qué… desde hace más de cuarenta años (o haga usted cuentas que yo no puedo), se sigue transmitiendo.