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Caminar junto a Nico (o tu mascota de preferencia), como escribir, exige que des los primeros pasos. La velocidad y determinación con que hagas la primera acción determinará el resto de la caminata. No importa que haga frío, que haga calor, que estés desnudo o que te duelan los pies. Si caminas rápido los primeros pasos inicias un momento que puede durar tanto como tu espíritu y la jaula de tu cuerpo lo permitan.
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Nico es un animal de manadas y necesita un orden en la jerarquía. Todos los perros son así. Si no les entregas un lugar donde tú seas el jefe, entonces viven estresados pensando que todo es cuestión de suerte.
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Me gusta pensar que Nico es un símbolo de prioridades. Cuando camino lento, entonces Nico decide pasear… decide olisquear a su alrededor, distraerse con los olores, buscar un camino nuevo, hundir la nariz en el pasto para descubrir a todos los perros, todos los gatos, todas las ratas y todos los hombres que caminaron antes que ella. Nico olvida que camina con su dueño y lo reta para que él dirija un camino. Ella tiene fe en que el camino que elija el dueño la llevará a un lugar que permita y desarrolle su existencia. Si el dueño camina confundido, entonces se entrega al placer de los olores y a la angustia de la búsqueda.
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—Si tú no conoces el camino, entonces yo lo buscaré y lamentablemente el poder de mi nariz no me permite escoger ninguno.
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Escribir es controlar tu cabeza como si fuera un perro y no permitir que divague. Se podría decir lo mismo de cualquier acción que requiera un mínimo de concentración y de trabajo. Cuando te sientas a escribir hazlo con momento, con velocidad y con determinación. Dirige a tu cabeza para que vayas por los caminos que ya recorriste previamente y sigue explorando, olisqueando, pero sin detenerte. Llegar al final de un texto es lo mismo que llegar a ese lugar que el perro estaba esperando: Uno donde echarse a descansar y mordisquear la carnaza que se ganó después de una hora, dos, diez de caminata. Tu cabeza necesita también una jerarquía dominada por… ah, ¿qué será? Tal vez por el alma, por los dedos, por los caminos que anduviste en el pasado y te enseñaron todo eso que necesitas decir.
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No te preocupes, al final puedes prender la televisión.
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Entregarse a lo inexorable del destino, de la raza o del accidente es lo mismo que caminar sin dirección. Es como negar todo lo que aprendiste en el pasado y entrar a la corriente donde las mismas cantaletas te llevan a un final predecible y aburrido. No te angusties. Probablemente todos tenemos un final predecible y aburrido. Así qué… ¿por qué no aprovechas y te sales de la corriente? Es cierto, te convertirás en polvo, pero ya lo dijo Quevedo: “Polvo serán, mas polvo enamorado.”
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