Treinta libros es un ejercicio de 30 días para recomendar libros que has leído. Uno a la vez.
Tuve una pequeña etapa donde leí tres o cuatro nobel de corridito. Al menos mucha gente ha leído los “Cien años de soledad”. Hay gente que en los ochentas y setentas, leía “La vida de las abejas” de Maurice Maeterlink (un estudio de esos insectos qué, por su manera poética, cuidadosa y también científica de describir su estudio se mereció un Nobel). También leí a Pearl S. Buck y Alice Walker. En cambio, creo que el libro que me dejó una estela de inquietud fue el de Knut Hamsun, La bendición de la tierra.
Lo leí mientras estaba de vacaciones y lo leí sin ninguna expectativa. Es más, hasta había olvidado las referencias que había leído de Knut Hamsun antes de toparme con el libro y unos años después haría las conexiones pertinentes.
Recuerdo que se me presentó un personaje muy grande, de brazos fuertes, de barba abundante, que estaba caminando por el bosque y qué, de alguna manera, tenía grabado en su cuerpo que debía iniciar su vida en medio de la nada. El pasado del personaje no parecía tan importante y ciertamente, no pensaba en el futuro. Lo que pasaba por la cabeza de este personaje era, sencillamente, hacer su vida en el bosque. Construir una casa y ponerse a trabajar.
Es un gran libro. Con una prosa calmada creces a un lado del personaje de tan sencillas aspiraciones y otros que se van uniendo a él: una esposa (que eventualmente lo engaña con un minero porque este cabrón simplemente no deseaba más), la vieja Oline (tal vez el único nombre que recuerdo, porque era como una bruja que provocaba caos y conflicto), sus dos hijos, el viejo que antes fue alcalde y ahora se dedicaba a buscar depósitos minerales. Todo empieza con una casita en el bosque y eventualmente se transformaría en el desarrollo de una comunidad que gira alrededor de este hombre. Es… bueno, similar (nomás que sin el realismo mágico que parece acompañar a ambos mitos) al nacimiento de la gran Tenochtitlán o bien, del Macondo de García Márquez.
Hombres que buscan un pedazo de tierra que puedan hacer el suyo.
Un año más tarde leería la primera novela de Onetti, la que nunca completó, donde había un personaje que recorría una provincia de Buenos Aires y pensaba cómo le gustaría dejar sus comodidades tecnológicas para empezar de nuevo. Ese mismo personaje lo vería como un reflejo retorcido de Larsen, en Juntacadáveres, y mientras leía ambos libros pensaba en “La bendición de la tierra” de Knut Hamsun. Mientras que el noruego me ofreció la alternativa donde el hombre puede crear ese espacio de tierra que con trabajo duro se vuelve fértil, Onetti me presentó a los personajes que pervierten ese deseo, que jamás lo alcanzan o que sólo lo tienen en la cabeza como un mithos personal que los ayuda a seguir avanzando en sus vidas cotidianas. Como el hombre moderno, pues, que siempre está soñando con dejarlo todo, dejar sus aburridas vidas y empezar de cero por su propia ley.
¿La ley de los hombres? Las leyes de los hombres en “La bendición de la tierra” de Hamsun son algo que fortalecen el espíritu de un hombre y su tenacidad para buscar su propio camino, mientras que en Onetti las leyes parecen inexorables y creadas para destruirlo.
Si te interesa, puedes descargar los libros de Knut Hamsun en inglés desde gutenberg.