Buscando la felicidad del perro y mejorar mi salud, decidí aumentar el tiempo de los paseos que damos en el día. Lo difícil es buscar una ruta que no se repita (no soy el único que se aburre. La nariz de Nico se la pasa buscando nuevos olores), un circuito que sea largo y fluido. Con fluido, busco que no crucemos calles y que no estemos caminando sobre mucha basura. La basura es la perdición de un sabueso. Tampoco me gustaba la idea de alejarme mucho de la universidad. Pasear cerca de ella es divertido porque muchos estudiantes le sonríen a Nico en las mañanas y de paso, una que otra jovenzuela me regala un saludo que es suficiente para enamorarse en el día.
Intenté dos cosas: Caminar dos veces un mismo circuito y unir dos de los circuitos que acostumbro. Pensé que lo primero sería aburrido. Decidí tomar el tiempo y me pregunté como todo un aventurero de televisión–: ¿Cuánto podría cambiar en una hora? –Eran las ocho y media de la mañana. Esto fue lo que sucedió:
- Había más coches por las calles. (¿No las escuelas abren más temprano?)
- Se prendieron los aspersores de una casa preciosa que tiene un vasto jardín. Cuando me siento Chucho el roto, sueño con comprar un boleto de lotería para poder comprar esa casa. Estimo que costará entre cinco y siete millones para que se imaginen que tan grande es.
- Los perros del campo de fútbol rápido están encerrados tras las rejas y nadie ha llegado a abrirlo. Me llaman la atención porque Nico se acerca a saludarlo.
- Muchos coches por la lateral de la recta.
- Todos los negocios de la recta están cerrados.
- Entra más gente al hotel de paso que me queda de camino (de dos a que no entre nadie, quiere decir que “entre más temprano nos escapemos pa’ coger, mejor”).
Para entonces Nico ya tenía la lengua de fuera y caminaba más tranquila. En la segunda vuelta, el mundo se dobló hacia fuera.
- Ni un coche en las callecitas.
- Las señoras en el estacionamiento aprovechaban para ponerse al corriente y platicar. (No hay nada más feo que una madre en las mañanas: sin maquillaje, en fachas, con las ojeras a todo lo que da y con la pena de sonreír sabiendo lo deplorable de su estado por culpa de los pinches chamacos).
- Los aspersores y las mangueras de la casa grande estaban apagados y el perro que suele proteger la entrada ya estaba listo para no permitir que nos acercáramos.
- Los perros del campo de fútbol ya estaban liberados.
- Menos coches en la lateral de la recta. Ya nadie entró al hotel pa’ coger. :(
- Los negocios en la recta ya estaban abriendo.
- Un choque en una de las avenidas que llevan hacia la universidad.
Me contenté cuando se me reveló un mundo nuevo por unos minutos de diferencia.