Vi una plática de Ted que habla de la memoria y los espacios. “El Palacio de la Memoria“. Cuenta la historia de un poeta que, después de un banquete, abandona un palacio y éste se derrumba. El poeta entonces lleva a cada una de las familias al lugar donde estaban sentados los invitados, sus cadáveres irreconocibles bajo los escombros. Chistoso (no hablo de la muerte, hablo del proceso de recuperación). La anécdota se convierte en una especie de memoria múltiple, capas de memoria. Mientras el poeta recitaba el poema miró los rostros, los rostros se convierten en el poema y el poema son los rostros, los lugares, donde se perdieron los muertos.
Me gustaría educar mi memoria, me encantaría aprender párrafos enteros de las novelas que me gustan. Quizás lo empiece a trabajar. En vez de confiar en el diablo de la memoria por repetición, confiar en otro diablo: la memoria de la asociación. Liberar la mente para la distribución de imágenes que ayuden a traer esos pedazos.
Distracciones. Los gorriones vuelan afuera, sin rumbo, dan vueltas, giran, el cielo es demasiado gris. Probablemente llueva, sí, ojalá que llueva. Es fácil aprenderse una canción por todas esas imágenes que provoca. Las canciones no están atadas a la belleza del lenguaje, sino al ritmo y las imágenes. Como la coca cola en una ciudad hecha de cenizas, de Modest Mouse.
El “Palacio de la Memoria”. ¿Recordaré este día después de abandonarlo en escrito? ¿Recordaré a los hombres que caminan en el baldío y los perros que se ladran unos a otros? ¿Recordaré el vuelo de los gorriones? Confía en tu cabeza. Dale de beber. Sigue leyendo Proust. La memoria, curioso, la memoria en busca del tiempo perdido funciona por esos pequeños gestos idiotas que hacen sus personajes. Los gestos idiotas, aún cuando no aprendas sus nombres, te los ubican en cierto contexto, en cierta posición.
Anoche recordé a Maurice Maeterlinck en la vida íntima de las abejas. Oriane, Mmlle. de Guermantes, habla de la vida de las flores y lo hace en ese mismo tono de curiosidad, de numeración, de acumulación de eventos naturales. Fue como releer un fragmento de aquel libro. Es gracioso porque ella, unos capítulos antes, habla de su desprecio por Maeterlinck. Es sumamente interesante el personaje de Oriane, y sus contradicciones aparentes, bien estudiadas, sí, indudablemente se trata de recobrar el tiempo… tiempo recobrado, lo que no deseamos perder de los días aparentemente triviales, superficiales, inútiles.