Según OmmWriter, este texto lleva menos un caracter. No me extraña. Debo alguna vocal a los espíritus, and perhaps several pounds of flesh. Cada vez se me complica más escribir en el blog. Qué culero, y eso debería estar en todas las reglas de los bloggers que se sientan en Fight Club: No escribas de por qué no escribes, pero aquí estoy, en la dolorosa situación de ocupar el recurso para iniciar el primer párrafo. Lo he hecho antes, no estoy limpio, hacerlo de nuevo es lo de menos. Una vez que incurres en el delito pues disfrútalo. Ya qué.

El segundo detalle (o detallito, con la pronunciación de una señora en alguna telenovela), quizás, es usar OmmWriter para escribir una entrada del blog, o cualquier texto en general. Es la herramienta más cursi que existe para escribir algo. Los sonidos, los fondos, los tipos de letra y la interfaz están específicamente diseñados para jalar a los tontos y perdidos hijos del occidente, los advocantes de meter la paz y la relajación a sus impulsos materialistas, un bluff perpetuo para expresar: “Yo escribo, yo puedo ser un artista y acceder a mi monje oriental interior, puedo conseguir escribir una novela mientras escucho un latido del corazón en MP3 en un bitrate aceptable, quizás monaural, pero es suficiente”.

Me incluyo por ahí. También quisiera invitarles a que no teman, cada vez es más común incurrir en estos delitos metafísicos, diría que inevitable. Pronto se convertirán en una norma y nadie, jamás, se atreverá a decirte nada (hasta que llegue una generación con ganas de romperlo). Un crimen abandona su estado cuando la población se encoge de hombros, se mete una fritura a la boca y dice: “Méh”. Tal vez es cosa mía. Lo siento como un delito. Soy un criminal tecnocrático que rompe ciertos principios ancestrales. Siento la pesadumbre de la mirada de un policía espiritual encima de mí y éste todavía no se anima a detenerme, pero pronto, pronto. Ni modo… una vez que incurres en el delito, reitero, disfrútalo. Ya qué.

Otros tontos occidentales son aquellos qué, teniendo toda clase de aparatos, dispositivos y pantallas, se niegan a leer en otra cosa que no sea en papel. Los Kindle se venden baratísimo si los compras directo en Amazon, y acéptalo, tienes peores deudas bajo el brazo, como esa caminadora que nunca usas o esa arrocera que ocupas una vez cada seis meses.

Quisiera entenderlos pero, luego de verlos con su Diablo Guardian (juraba que tendría versión digital en Amazon, pero no… vaya) bajo el brazo y que empiecen con la clásica perorata de la textura de las hojas, el olor a pritt y las portadas irremplazables (claro, ¿a quién no le gusta una mujer desnuda en alguna pose semierótica? Hasta ellas lo aprueban), me rindo, bajo los brazos y cedo todas las canicas. Parece imposible hacerles comprender que la adicción funciona perfectamente con libros en ambos mundos: el físico y el digital.

Si me atrevo a escribir en OmmWriter, atrévete a leer un libro digital. Da el salto, vamos, un pie en el abismo de los unos, de los ceros, de conectar un USB para copiar el libro pirata que acabas de descargar a tu teléfono móvil y lee. Descubrirás que no es tan diferente, que lo físico sólo es un medio, un impulso ancestral de poseer las cosas, babearlas y que puede ser vencido con el intelecto. Aunque no niego que una experiencia sensorial a veces entrañable si la historia no es suficiente.

No te preocupes, seguirás igual. No dejarás de comprar libros. En este instante, tengo un ojo virulo fisgando al librero de mi derecha, apreciando los veinte o treinta libros que compré en estos últimos dos años y que no sé cuando voy a leer. Mi copia binaria de Proust acabó conmigo este año, detuvo mi ritmo de lecturas para entregarme al mundo aristocrático-burgués de Paris, al mundo de Balbec, a Sodoma y a Gomorra.

Hay libros qué, no importa el medio, exigen una lectura pausada y atenta. Quizás me falta el cariño de acariciar las páginas durante los intermedios de cigarrillo y de reflexión. Quizás. Acceder al impulso fetichista de adorar la representación física de las palabras (un árbol transmutado en un objeto de deseo) en vez del frío material de un libro electrónico… pero no por ello, me ahorro las pausas que exige un párrafo o una línea que destroza el momento, o se convierte en el reflejo, o descubre una sensación que no sabías describir hasta ese momento.

No se escriba más. La música de OmmWriter está a punto de encender el fenómeno de la recordación y mañana, mientras paseé el perro, seguramente querré tararear el sonido de las gotas sobre las copas para estimular ese monstruo llamado: escritura creativa sin distracciones. Sí, mientras alzo la mierda de mi perro. Stop. Suficiente cariño al blog, otra isla binaria y, hoy se me ocurrió, cada vez más solitaria. Ni siquiera el náufrago, único habitante de un país desaprovechado, se molesta en visitarla. Es hora de visitar la otra isla, una o dos horas de lectura, de subrayados y continuar la liberación de Albertine, quien espera con su sonrisa coqueta en algún baño público. Sí, definitivamente compraría esa portada.