De Cholula

  • Anoche tembló en Guerrero y también se sintió en Cholula. Una sirena antisismos instalada en la UDLA, muy parecida a las de Silent Hill, sonó por toda la colonia. No sabía por qué sonaba. Al principio me pregunté: ¿Quién le pondría una sirena tan fea y escandalosa a su automóvil? Luego me di cuenta del movimiento y, claro, hice lo justo: Entré a Twitter para comprobar que temblaba.
  • Cholula me contenta con sus caminatas. Es obvio por qué: Las estudiantes, sus minifaldas, sus shorts y su juventud comprimida en cuerpos juveniles, curvos y sonrientes. A veces lo lamento: Casarme, quizás, fue el inicio de mi destino para convertirme en un viejo rabo verde.
  • No sólo me gustan las piernas desnudas, me gustan las nubes y las ráfagas de aire. El viento penetra entre las malahierbas de los baldíos y hacen ruido de olas. Observa ese mar vegetal.
  • Aunque desprecio a la gente que anda en caballo sobre la acera (y el camino de mierda que nadie se molesta en limpiar), me gusta ver los caballos y escuchar sus cascos en un paso calmo contra el pavimento.
  • Hace unos días alguien me saludó mientras paseaba y me presentó a otra persona como un tuitstar. Fue una sorpresa curiosa, como la vez que conocí a Gamez en un camión y se presentó como alguien que era fan de mi bitácora. Corregí rápidamente. No dejé que lo hicieran con blogstar, no pienso hacer lo mismo con Twitter. Además, siempre hay peces más grandes que uno (en mi caso, hay muchos) y, por más halagador que pueda ser la ilusión de los seguidores que crecen y las estrellas que dejan, sigue siendo una ilusión. Entre más gente te sigue y te busca, los secretos se descubren, la intimidad transmuta en otra cosa y te manosean como una figura pública. El caso más obvio es el de Hortensia, y su chamaquito.

De los perros

  • Como siempre, los perros durmieron durante el temblor. Que los animales avisen de los temblores es un mito.
  • Los primeros días que Sol se fue por trabajo, fui negligente con Nico y dejamos de pasear todos los días. Paseamos poco esa primera semana. Ella me despertó un día a lengüetazos y pidió hablar seriamente conmigo. Una hora de regaños después, le prometí cambiar. Ahora paseamos todos los días, aunque sea poco.
  • Me entristece Killer cuando lo dejo en la casa. Salgo con Nico y a través del vidrio en la puerta, miro como Killer interrumpe su impulso de salir corriendo para simplemente observarnos. Mastica con algo de rencor en su hocico desdentado. Es complicado llevar a dos perros, sobre todo por él: Está acostumbrado a caminar sin correa y tomar la calle a su paso. La correa es una afrenta a su libertad de lobo contenida en el cuerpo de un french minitoy.
  • Quiero ver a Killer viejo (tiene 11 años) pero no puedo. Cuando me animo a sacarlo y hago la maroma de llevar a los dos perros, corre y salta como conejo en el jardín, entre las hierbas.
  • A la hora de cenar, ladra enérgicamente y su cuerpo da pequeños saltitos divertidos. Me hace reír.
  • Nico no quiere comer, aunque eventualmente se rinde y come lo que le doy. Ya lo había hecho antes pero esta vez es más necia. A veces abandona el plato durante una hora en lo que se decide a dar la primera mordida. Me pregunto si busca algún cambio en el alimento. Recientemente lo cambiamos porque el alimento barato provocó una baja de defensas y se quedó sin pelo en un ojo, y en un costado, por culpa de unos hongos.
  • Quizás le cuesta trabajo acostumbrarse a los cambios: Sol no está, los primeros días no paseamos tanto, le cambié la hora del desayuno a la hora que me despierto, cuando salgo la dejo varias horas sola (y no salgo muy a menudo). Es una princesa. Le hace falta un poco de maltrato.

Enigmas

  • La Muerte ya sabe de qué nos vamos a morir justo después de la primera nalgada, o del primer llanto. No es tan triste como parece, al contrario, es un consuelo que alguien sepa.
  • Cuando regrese todo estará mejor, pienso, mientras doy un par de vueltas en la cama. He descubierto que nunca estuve habituado a la soledad, casi siempre dormí con gente.
  • Aprecio mis pocos secretos.
  • El ruido blanco me regresa la nostalgia del insomnio infantil.

Del lector

  • Pensé que leer Proust le quitaría el sabor a lecturas más fáciles (qué pinche snob, mamón) y no, sigo disfrutando mis libros sencillos. En un aspecto más general, eso me preocupa: el repudio a lo sencillo.
  • Actualmente me encuentro leyendo una antología de cuentos steampunk combinados con romance. Algunos cuentos son entretenidos, unos son buenos y otros son simplemente malos. Ninguno me ha parecido genial. Me dio curiosidad el libro porque me gusta el género pero no había conseguido lectura abundante del mismo (Philip Pullman, Samuel Butler, quizás otro par). Es muy fácil encontrar el género en películas, anime y videojuegos: Mad Max, Final Fantasy, Chrono Trigger, Trigun, One Piece, Wild Wild West y un puñado de títulos más. La estética de las máquinas de vapor, los engranes, los visores y los abrigos me parece fascinante.

Del escritor

  • Entiendo la alegría de Alberto Chimal cuando declara, en una entrevista, el triunfo de haber alcanzado 400 páginas (u hojas) en una novela. “Ya sé que puedo, por lo menos, apuntar a ese tipo de escritura”, declara en alguna entrevista y sonreí. En mis propios intentos, lo máximo que he alcanzado son 180 ó 190 páginas y sufro mucho. Algunas veces simplemente lo abandono.
  • Mi novela más reciente se llama M y la escribí proponiéndome su brevedad (quizás es un camino errado y fácil de criticar. ¿De qué sirve delimitar una extensión al inicio?). Al conocer mis límites entre las 120 y 180 páginas, pensé que lograr 70 sería cosa fácil. Hasta, bien chicho, supuse que lo conseguiría en un proceso de dos horas diarias, en dos semanas. Me equivoqué. Conseguí 76 cuartillas en un mes y medio, había días en que simplemente miraba el texto en las dos horas de trabajo.
  • El próximo proyecto es un libro de cuentos. Alguien se atrevió a decirme que eso sería más sencillo. Hace unos años hubiera dicho que sí, pero ahora difiero… luego del trabajo que me costó “Lotófago” (en cinco cuartillas), escribir un libro de cuentos ya no parece tan sencillo, aunque el cuento me parece una fuga lúdica a la tormenta que significa escribir una novela.
  • Hablando con Aldán, le dije que algún día podía acabarse la abundancia de palabras, textos, etcétera. Él simplemente se limitó a decirme, parafraseando, que no fuera mamón y que siguiera como iba.
  • Este año, como escritor profesional, no me fue nada mal: Gané el concurso, publiqué en una antología y quizás me publiquen en otra. He sido constante en mi columna en el guardagujas. Los últimos seis meses aprendí más de lo que he aprendido en muchos años.