La imagen: Felipe Calderón, un presidente muy odiado, entrega la banda presidencial a Ernesto Peña Nieto, otro presidente que, a la fecha, también es muy odiado. A uno se le achacan la muerte de decenas de miles de personas mientras que al otro se le mira con temor por regresar a las viejas prácticas del gobierno que tanto trabajo nos costó destituir. Ah, los viejos tiempos (Érase una vez… Fox), el mexicano goza enormemente ponerse de acuerdo para, entre varios, chingarse a uno, sobre todo al más grande, al poderoso, a la autoridad. Entre todas las posibilidades, y todas las trampas de todos los partidos, la gente (apenas la mayoría) finalmente decidió, tímidamente, regresar a la etapa donde las cosas no iban bien pero tampoco nos mostraban todo lo malo. La banda pasa de manos… y ninguna de las manos es, o fue, confiable. No consiguen engañar lo suficiente para pensar en otras cosas.

arbolsep-pix

El fin de semana me sentí inquieto. Seguí, con el ojo al garabato, la marcha pacífica que organizaron diversos grupos para protestar lo que ellos llaman la imposición de Peña Nieto. Tengo mis reservas, y la verdad, nunca he tenido en la vena algún gen revolucionario. No tengo por qué. Navego con el presentimiento de que cualquier presidente electo andaría con el mismo mote: “El impuesto”. Estas elecciones la gente estaba demasiado dividida, no había un sólo enemigo a vencer, un poder a cual chingarse.

No soy lo suficientemente ingenuo para seguir con la idea de que el partido presidencial fue el único tramposo, el único manipulador para conseguir la silla presidencial, los políticos tienen, en su lista de habilidades, la capacidad de ensuciar sus manos. Sólo podíamos escoger uno de muchos diablos y todos los diablos igual de rojos, con los cuernos igual de puntiagudos. Sin embargo, al final del día, simpatizo con el enojo, la decepción y la ira de la gente. Algunos encuentran en las marchas, las pancartas y la protesta, la medicina para calmar la herida. Marchan para expresar la democracia, su opinión política y su descontento con el camino de las cosas. Entre más gente se une a las marchas es imposible ignorarlas. Eso está bien. Marchan por algo, y ese algo nos atañe a todos.

arbolsep-pix

Hay una fotografía donde un puñado de empresarios, vestidos de gris oscuro, sonríen y platican como jóvenes estudiantes antes de que el director inicie un discurso. Entre esos empresarios, podemos ver a Carlos Slim y Emilio Azcárraga. No pude evitar contagiarme con su sonrisa, todos lo hacían, y pensé fugazmente: “nos chingaron”. Un hato de cerdos cínicos.

arbolsep-pix

La violencia comenzó desde que cerraron las estaciones de metros y estalló el primero de diciembre, del 2012. Parálisis de la ciudad, y un movimiento estático, repentinamente, comenzó a vandalizar las calles. Reforma, Juárez, el monumento a Revolución. Hombres y mujeres con un pañuelo cubriéndoles la boca, rompiendo vidrios, pintarrajeando muros y quebrando la paz de los establecimientos. Qué raro, pensé, si todas las marchas fueron pacíficas, si acaso —y en ocasiones— nomás intolerables, sin importar el nombre del grupo: Morena, 132, etcétera. Mañana en los periódicos: Murió un Starbucks, un Banamex y el Hemiciclo a Juárez.

Murieron algunas personas, hubo heridos y detuvieron a un centenar. Vi una foto de un hombre con el cráneo hundido, la boca abierta, entregándose pacíficamente a uno de muchos descansos. Ni me molesté en verificar lo veraz de la foto, ni siquiera lo dudo. Vi un video de gente, contenida atrás de las bardas, tomando asiento sobre el concreto y alzando las manos, pidiendo a los granaderos que se fijen: Nosotros no pensamos en medirnos contra ustedes, simplemente deseamos protestar, simplemente estamos aquí.

Pensé, con tristeza, que eran muchos granaderos, como si surgieran por generación espontánea entre las calles, se duplicaban por cada fotografía, por cada video. ¿Por qué tantos?

Consumí lo poco que sabía y traté de atar cabos, ¿quién empezó? ¿Por qué la madre de las marchas culminó en violencia, en ánimos vandálicos para hacerse oír? las posibilidades son muchas: Algún grupo de porros pagados por algún partido, algunas personas simplemente necesitaban un empujón (la banda pasa de manos, o la fotografía de unos cerdos cínicos), o quizás algunos lángaras aprovecharon la ocasión para robar, expresar algo que les nació en el momento, unas gotas anárquicas. Los líderes de los diversos grupos ya están señalando culpables. Pienso, con una mueca, que en el peor de los casos, simplemente es el retorno de una vieja práctica, el desprestigio y más tarde, una nueva excusa para meter leyes, desaparecer gente, acusarlas de no tener un patriotismo servil y ciego.

Qué manera de iniciar un sexenio.