Durante años, quizás, NOlo estuvo insistiendo con que jugara Mass Effect. No fue hasta que me compré una PC, específicamente para jugar (de especificaciones modestas, tampoco), que decidí darle una oportunidad. Había escuchado veladamente del juego, sin prestar mucha atención, incluso vi a NOlo jugarlo alguna vez en consola. No me daba buena espina, me pareció un clon de Halo o de Gears of Wars (no soy fan). Personalmente, prefiero los disparos a primera persona (hijo de Doom, de Duke Nukem, de Quake, de Unreal, de Medal of Honor, de Wolfenstein 3d, etcétera).

Sin embargo, lo que se me hizo interesante aquella vez cuando acompañé a NOlo jugar, es que al parecer había una historia compleja detrás del tipo que disparaba y trataba, desesperadamente, de conservar la vida frente a una asesina azul y voluptuosa (una raza espacial de mujeres, cuya juventud se les va en ser teiboleras. Lo cual, supongo, es bien fácil porque viven mil años y en algo tienen que perder los primeros años de vida). La acción no se detenía, pero cada cierto tiempo había acercamientos entre los personajes para gritarse de cosas.

Y quizás, precisamente eso, es lo más fascinante del videojuego. Parece que BioWare aprendió de los JRPGs e invirtió una cantidad insana a los detalles de la historia y a los acompañantes del héroe (Shepard, un soldado de la alianza). Jugué la trilogía, traspasando al mismo personaje de número en número para continuar la historia, cosa muy importante porque prácticamente todas las decisiones que tomas en uno, se reflejan en los dos juegos siguientes.

Las primeras decisiones son básicas y afectan como los personajes (secundarios, NPCs) te perciben, así como algunas de las misiones opcionales que tendrás a lo largo de la trilogía: El género del personaje, la especialización del soldado y una historia básica que definirá como lo perciben los personajes secundarios, así como los tipos que te dan misiones. Ofrece, también, un atributo muy interesante que es la reputación: Puedes escoger entre ser un renegado o un “paragon” (Cristo, básicamente), y entre más practiques cualquiera de ambas (cuando platicas con alguien o en momentos de reacción), adquieres todavía más opciones en el diálogo para extender lo que puede suceder.

De hecho, puedes salir de situaciones horribles con los suficientes puntos en algún atributo. Sin pelear, y sin recibir el resultado más chafa.

El juego, en cuanto a la acción, no se me hizo muy complicado. Quizás por el tipo de personaje que escogí (Vanguardia), aún llegando al tercer juego, y aunque aumentó la dificultad, no me pareció difícil. Algunas veces sentí que la acción estorbaba a la historia. Dependiendo de las misiones, podía salir rápido y bien librado de ellas, sin siquiera preocuparme por el aspecto estratégico (se supone que puedes pausar la acción para dar órdenes a tu escuadrón, y no sólo eso, también se supone que el escuadrón que eliges para acompañarte en una misión sirve para compensar tus debilidades); otras veces tardaba más pero se arreglaba dando un par de órdenes o muriendo un par de veces para aprenderme el patrón de ataque o la ubicación de los enemigos.

Soy un poco obsesivo en cuanto a los juegos se refiere y como tengo menos tiempo para jugar que como tenía cuando era chavo (suena el violín más triste del mundo), si tomo un juego procuro explorarlo, realmente explorarlo. En la primera corrida busco todo lo que sea posible, sin ignorar las misiones extra y completando lo más fácil, sin guía, para después apoyarme en una guía y resolver lo que me falta.

Quizás por eso mi primera experiencia fue muy rica, y muy satisfactoria, especialmente por la historia: hay ramificaciones que dividen el primer juego, así como las escenas que ves y los personajes que te encuentras. Por supuesto, la compañía puso una trampa genial por lo mismo, este modo de jugar impactó mi salto del segundo al tercero: Por buscar otras misiones, perdí a varios personajes (NPCs secundarios) por retrasar un punto en la historia. Eso se me hizo interesantísimo. No es la primera vez que me pasó pero sí la más notable. Constantemente tus decisiones pueden quitar la presencia de un personaje y otras veces reafirman su presencia, su lealtad y al final, su amistad. Obviamente, uno pensaría que hicieron el juego para ser jugado muchas veces, como releer un libro de “Crea tu propia aventura”. Lo malo es que es un juego que exige mucho tiempo (y eso lo dice el hombre que alcanzó las 250 horas en su cartucho de Pokémon Black).

Sumando las horas, calculo que la trilogía me tomó entre 100 y 120 horas de juego, contando los DLCs y las misiones opcionales. La “inversión emocional” es tremenda, por todos los puntos de la historia y los personajes con los que te encariñas.

Precisamente por esa “inversión emocional” el final me pareció decepcionante, simplón. El final se divide en tres opciones muy básicas (resisto los spoilers), lo cual no se compara, en nada, a las mil variables que pasan del segundo al tercer juego, por ejemplo. Tampoco arriesgas, no como en el final del segundo, en el cual puedes perder lo que te costó horas conseguir (y uno de los motivos por los cuales me chuté 45 minutos extra, para repetir el final y tomar mejores decisiones). Al llegar al final de la trilogía (bellísima progresión, por cierto, la secuencia que programaron para llegar a la conclusión), se me quitaron las ganas de repetir el juego y buscar otros escenarios. Para mí esa parte era importante, aunque supongo que es posible disfrutarlo nada más para revivir ciertas escenas con algunos personajes y, como en el caso de un libro, “releer” algún capítulo que te gustó. Sin embargo, releer un juego como éste toma demasiado tiempo y supongo que en YouTube está la mayoría de las consecuencias (afortunadas y desafortunadas) de las decisiones que no tomé.

La historia tiene, definitivamente, sus momentos literarios. Se preocuparon por hacer contrastes entre las decisiones, así como anunciar el final a través de premoniciones. Desde las primeras líneas puedes conocer el destino de los personajes. Podría decir que es una historia bien amachinada, casi, y eso hace qué, engañosamente, el final de la trilogía no pueda ser otro. Si hubiera querido un final estático, me habría leído un libro y no me hubiera dejado engañar con todas las decisiones que me sugirieron tomar.

Recomiendo jugarlo una vez, como lo hice yo, si acaso dos veces: Un primer juego rápido y accidentado, y una segunda corrida que sea como un paseo, uno paciente para disfrutar todo lo que la historia puede ofrecer. Aunque tenía planes de jugarlo una segunda vez, me parece que lo postergaré indefinidamente, ni modo. Haciendo cuentas, esas 120 horas (quizás menos) de segundo juego las podría ocupar en releer mi biblioteca de Ende, o en jugar tres o cuatro Final Fantasy, o ya bien mamón, ver sesenta películas, pero de las de ahora, esas que ya duran dos o tres horas porque creen que la gente no tiene vejiga. Aunque, en perspectiva, 120 horas apenas son suficientes para entrenar un equipo Pokémon decente.