Hay buenas razones, además del dinero, por las cuales las series de televisión gringas dividen sus etapas por temporadas: un cambio al arco global de la historia, preparar el siguiente, invitar a los espectadores a extrañar a los personajes, el descanso del equipo de producción, entre otras. Por la misma razón dividí, en su momento, Big-Blogger en temporadas: un descanso sano para los colaboradores, el administrador del changarro y para que los lectores y los troles tuvieran algo que esperar hasta dentro de unos meses.

Sin embargo, quizás, hay una razón un poco más frustrante y es que simplemente la historia acabó, o nunca estuvo dirigida a un fin. Sí, hubo sus momentos satisfactorios y el tiempo que duró la historia, por momentos, engañaba con una dirección… quiero creer que armé una buena ilusión. El árbol de los mil nombres (o el 217 en este par de años) contó ese tipo de historia. Y ustedes, como lectores, quizás me acompañaron en un puñado de arcos (algunos siguen, otros se convirtieron en líneas, meros recuerdos): la mujer de mi vida, el matrimonio, dos o tres mudanzas (de las doce), mi hermano, mi familia, el casting (casi diez años de casting), la UNAM, la muerte de mi abuela, el Simón Dor, el cacto y el montón de cuentos, cuenteletes, noveletas y novelas.

“Quiero escribir en otra parte”, anuncié en Twitter alguna vez, y me refería a la hoja en blanco que veo desde el administrador de WordPress. Así, murmurándolo en voz alta, me di cuenta que era momento de cerrar esta historia o, mejor dicho, este fragmento de la historia. Diez años, vaya, se me hace mucho tiempo y me felicito por la disciplina. Claro, el producto no siempre fue excepcional, maravilloso o satisfactorio, pero pocas veces traicioné la constancia y la disciplina. Este blog puede decir orgullosamente que no hubo largo abandono, tampoco drama personal de “recojo mis cosas y me voy”. Siempre traté de ser educado y respetuoso con los lectores, incluso los espectrales, los invisibles. Espero nunca haber traicionado eso.

Declaro que esta es la última hoja del cuaderno. De este cuaderno.

Ya me morí

Hace algunos años, muchos, prometí que esa sería la última línea en el cuaderno de Simón Dor, uno de mis tantos alteregos. Como era dramático y, según él, conciso, decidió que esa debía ser la última línea. Simón y yo ya estamos muy separados el uno del otro, pero al menos le debo ese último capricho.

Es poca la gente que escribe un blog personal. El blog se transformó en Twitter, Facebook, Tumblr y un puñado de medios más. La cantidad de medios para compartir algo es avasalladora y frustrante. Poco a poco nos sentimos más atados a “compartir contenido” y buscar la resonancia de nuestra voz en un mar infinito, inacabable, que cada día crece más y más.

Cuando empecé a formular la idea de renovar el blog, de cambiar de lugar, a inicios de año, pensaba si quería abrir el nuevo espacio (una nueva temporada) en tumblr, en medium (un espacio encantador para escritores amateur y profesionales), en blogspot o una versión más sobria de wordpress. ¿Y si no escribo nada?, me pregunté, pues ya tienen con mi instagram, con mi flickr, con mi soundcloud. Incluso consideré un vlog: Youtube me sacará del aprieto de escribir, de revisar lo escrito.

Tener uno de estos parece… vano. Una necedad anacrónica habiendo tantas opciones gratuitas y que implican una ignorancia total por parte de la persona que las mantiene. Hay gente que, sin saberlo, mantiene blogs enteros en Facebook y lo que es peor (además de regalarse), algunos los leemos sin interés nomás porque no le hemos movido bien a las opciones de privacidad.

En la charla de escritores que moderé en Profética, recuerdo que Ruy Feben comentó que un escritor debería tomar un par de cursos de relaciones públicas y mercadotecnia. He pensado en ello, además de la disciplina que requiere escribir y leer, la disciplina de escribir y buscar que lo escrito se distribuya. Qué complicado, prefiero la sobriedad y tratar de mantener una sana discreción en lo que se comparte. Por otra parte, veo a viejos amigos publicando una larguísima entrada en sus redes sociales, reciben un montón de comentarios, hacen como que discuten y comparten puntos de vista, el chiste ocasional (gracioso o de mal gusto, o ambos), y eso parece contentarlos, y empujarlos a necesitar más. Lo sé, ya lo viví. Sin embargo el “contenido” se pierde, es abandonado, producto de los desmemoriados, en el furor de las fotografías de gatos y los escotes de alguna chamaquita que tiene permiso de equivocarse (es joven). Tanta energía desperdiciada en un momento que será comido por otros momentos. Al menos un blog, al exigir un mínimo de mantenimiento y cariño, no nos permite engañarnos tan fácilmente que lo escrito lo “hicimos por convivir”.

No me siento cómodo escribiendo en Facebook. A duras penas he conseguido una voz que me satisface en Twitter. Al decir que cierro este cuaderno, es para darme la libertad de abrir otro: El árbol del abandono. De ahora en adelante escribiré estos blogs temáticos que, si tengo suerte y constancia, mantendrán una dirección y tendrán un final. Este primer cuaderno es un proyecto que pienso seguir durante un año, con fechas y calendarios ya predispuestos. Si quieres seguirle la pista, recomiendo que sigas la página en Google+ o la página del Árbol en Facebook. También usaré el viejo twitter de @arboltsef para publicar las entradas automáticamente (ya que he gozado de la comodidad de Safari e iOS para armar una lista de lectura). No pienso poner una liga de las entradas en mi twitter personal (sólo en la bio) y tampoco en mi Facebook.

Los blogs personales ya fueron reemplazados por todo lo demás. Ya no se necesita uno y quien mantiene el suyo, de verdad, ¿qué busca? ¿Quién necesita tener un espacio propio si toda esa retroalimentación rica en hormonas, nutritiva y jugosa sucede en otras partes? No lo sé, pero lo prefiero. Prefiero construir una isla en el mar binario, un lugar que me pertenezca, al menos en sus inicios. Un lugar que me obligue a trabajar en él, tenerlo a la medida o destruirlo por los errores, la exploración poco meditada, poco preparada. Si no continúo aquí es porque me parece un lugar demasiado grande ya, demasiado rico no sólo en memorias, también tonterías y desatinos. Y así está bien, así siempre me gustó pero es hora de cerrarlo. Ya creció lo suficiente.

Aunque por el momento no hay nada, acuérdese de ese otro lugar, pronto lo habrá.

Hasta pronto y gracias.