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Recuerdo que jugué Rome Total War hace muchos años. No hay mucho que decir sobre este juego pero, si no lo conoces, supón que es un híbrido entre Age of Empires y Civilization. Para algunos más avispados, quizás les recuerde el primer Warhammer 4000 que salió para PC.
Eres un general romano que maneja ejércitos masivos y conquista provincias. El juego tiene dos aspectos tácticos: el de la diplomacia y el de la guerra. Lo controlas todo, desde tus descendientes y qué provincias van a manejar ellos hasta la formación de tu ejército para destrozar a los bárbaros (o bien, someter a los que pronto serán tus subordinados) además de su bienestar emocional, cultural y religioso.
Fue un juego completísimo. Todavía lo es pero ya es viejito y como todo viejito, en un equipo nuevo, es demasiado pedero.
¿Qué tan viejo es? Miren nomás el logotipo de Soundblaster. Recuerdo aquellos tiempos donde el problema no era conseguir una buena tarjeta de video, no, sino conseguir un sonido decente. Tenías que escoger entre AdLib y SoundBlaster y dependías cabronsísimamente de los samples, el chip de midi, entre otras cosas. Básicamente que un juego tuviera un logotipo de SoundBlaster o de AdLib, garantizaba a quién le facilitaría las cosas y a quien le partiría la madre. Eventualmente eso cambió. Los chinos facilitaron masivamente las cosas cuando empezaron a meter las tarjetas de sonido adentro del motherboard y a la mayoría de la gente dejó de importarle qué tarjeta de sonido tenía adentro de su computadora.
Ahora, vamos a la otra parte: bienvenido al archivo de preferencias. Haz lo que puedas con él. En serio. Si tienes una computadora más o menos reciente, correrlo depende de tu éxito en manejar correctamente este archivo. La primera hora de juego fue una lucha constante por estabilizar las preferencias para que corriera sin aspavientos. A veces lo conseguía, otra veces no. Creo que el juego modifica el archivo tan pronto lo abres y si haces una cosita que no le parece, bienvenido al infierno profundo de las resoluciones que cambian y cambian y cambian. Menudo pedazo de chingadera. Lo que terminé haciendo fue bajar un archivo de preferencias que había en internet y con eso conseguí jugar mis primeras tres horas.
Y qué juegazo cuando consigues abrirlo.
La maravilla consiste en controlar estos ejércitos masivos que se dan en la madre. Crea una atmósfera impresionante, donde casco y casco, bandera y bandera, escudo y escudo, avanzan en una perfecta sincronía para desmadrar a unos bárbaros desorganizados y salvajes. Mientras tanto, el general se alza orgulloso sobre su caballo y mira esto, de lejos, con plena confianza en la habilidad de sus hombres, del alabadísimo sistema romano de conquista y purga. Obviamente esto es lo primero que vemos en el juego porque es de lo más vistoso, lo más guapo. La primera batalla dura una media hora o una hora, más o menos, y se disfruta tanto o más como una película de ejércitos destruyendo ejércitos. Pero, quizás, eso no te gusté tanto y cuando acabas la pelea se revela el tablero.
Bienvenidos a Roma. Tu deber, como general, es dominar todo el mapa. O quizás amasar una fortuna. O quizás… bueno, tú decides. Tu consejera te dará una tutoría larga de cómo manejar el tablero, las provincias, los ejércitos y así descubres como va pasando el tiempo, como tu general forja alianzas a través de la diplomacia, el matrimonio y los hijos. Puedes mandar a tu viejito diplomático para abrir rutas de comercio o mandas a tu espía a qué te informe como están las cosas en otras provincias y, además, si piensas que las batallas masivas no son lo tuyo, puedes entrenar soldados en provincias secundarias y amasar un ejército que puede pelear por ti, automáticamente, y negar por completo esa parte. Esta parte del juego es para los estrategas, los simuladores, los que aman el tablero pero niegan la ansiedad de acomodar un ejército y ponerlo en los lugares correctos para perder a los menos hombres posibles.
Pensaba jugarlo un poco más pero salí, cambié unas cosas en el archivo de preferencias, entré y reviví el infierno de la resolución absoluta, y me di cuenta que no guardé un backup.
Me dio pereza sufrir de nuevo el proceso de configuración.
Es un gran juego. Recuerdo que pasé muchas horas dentro de Rome Total War, en su tiempo pero tratar de jugarlo hoy, a mi viejísima edad, fue un poco desagradable porque el juego ya tiene rato y configurarlo es un desmadre. Sin embargo, Rome Total War es una franquicia confiable. ¿Lo recomiendo? Es un poco difícil decir que no porque, a pesar de todo, es una chingonería. Recomiendo, mejor, que exploren algún juego más reciente de la franquicia en vez de comprar este. Está el Rome Total War II, por ejemplo, que salió en el 2013 y también está el de Attila: Total War. Pero… si quieren un juegazo, en un precio baratísimo (110 pesitos) que les dará horas de diversión, que es barato, y si no les molesta pasar un rato resolviendo uno que otro conflicto de configuración, adelante, este juego es para ustedes. Se juega bastante bien en equipos modernos, lo difícil es dejarlo funcionado y, después de eso, dejarlo quieto para que ya no se mueva y no se caiga.