Goodreads ya presentó los resultados de los retos de este año. Pueden ver los resultados de mi reto por acá y si quieren compartir los suyos, adelante. Es una travesura que siempre me ha gustado: mirar los hábitos de lectura ajenos. No sólo descubro cosas así, sino que anoto en una listita aquellos robos que me gustarían leer algún día, bueno, además de los cientos de libros que todavía no he hojeado (creo que en esta casa ya rebasamos los 1200 libros. Sí, tiempo atrás hice las paces: al ritmo que leo, aún cuando es rápido y algo constante, sospecho que no me alcanzará para leerlos todos).

Me gustaría abordar algunas de mis lecturas (vamos, no voy a hablar de sesenta libros, sólo hablaré de aquellos que me entusiasmaron), platicaré someramente de ellas y contaré un poco de lo que recuerdo (el libro es una sensación, es un sentido, no sólo tu vida modifica al libro pero el libro, en un instante, puede modificar tu mirada frente a la vida), además de repasar algunas notas. Esto no es una lista de los mejores libros del 2015, estoy lejos de ello, nunca he sido bueno para seguir las mesas de novedades ni autores de mi generación, pero sí es una alternativa para picar su interés y echen un vistazo, igual que yo, a los libros que se atraviesan por azar.

Último round vol. II de Julio Cortázar (ed. Siglo XXI): Terminé el 2014 leyendo el primer volumen y empecé el 2015 leyendo el segundo. Creo que si hubiera leído esto en 1960 y tantos, me hubiera volado la cabeza o un dedo, o algo así. A través de estos cuadernos, Julio Cortázar inventó el blog de ficción y el blog personal. Contiene cuentos, hormigas de ficción, reportajes, conversaciones, pensamientos acerca del arte y la literatura. Como dije en mi reseña de goodreads: a ambos volúmenes les quitaría la poesía y sería uno de mis blogs preferidos.

Vidas escritas de Javier Marías (ed. Random House Mondadori): Este es un libro de ensayos que junta varios chismesotes de la vida de algunos autores. Javier Marías reúne en diversas columnas sus trabajos de investigación biográficos y los presenta de una manera amena, con un poco de nostalgia y una capa latente de humor negro. Si les interesa la literatura occidental y modernista, este libro puede ser de su agrado. No sólo habla de autores conocidos por todos y los rumores de siempre, pero también descubre pequeñas gemas, autores desconocidos que merecen su propia lista de lectura. Es el primer libro de Javier Marías que leo.

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La máquina de leer pensamientos de André Maurois (ed. Plaza & Janés): Empieza como un momento chusco de ciencia ficción y termina como un estudio social, la radiografía del humano, además de una apología a la superioridad del carácter francés frente al mundo. Al final, por lo mismo, es muy gracioso y en estos tiempos globalizados lamentablemente inútil. Lo recomiendo porque es una lectura rápida y André Maurois tiene sus momentos. Claro, falta ver si lo encuentran, yo lo encontré a 35 pesos en una tienda de libros de segunda mano.

Seven Japanese Tales de Junichiro Tanizaki (ed. Vintage): Por recomendación de Aurelio Asiain me acerqué a este libro. Cuentos de terror, de obsesiones, de viejos guarros, de dominación y deseo. Recuerdo los sentimientos de los personajes ciegos, el canto de los pájaros y los sueños atravesando el puente. Las dos madres que son la misma, y la madre que se convierte en una amante hipotética. Parte de este libro lo leí mientras paseaba frente a un pequeño estanque y sonreí por la coincidencia obvia, y ridícula. Aunque lo compré para Kindle y lo leí en electrónico, por alguna extraña razón desapareció de la tienda. En fin, si lo buscan en Amazon, lo pueden encontrar en español en debolsillo.

Muchaha punk de Fogwill (ed. H. Kliczkowski): Me acerqué a Fogwill por recomendación de Javier Caravantes y Jorge Fander. Recuerdo que no me gustó mucho la historia pero el estilo me mantuvo alerta. Me dejó con ganas de leer otras cosas de Fogwill. Es un juego sabroso de metaficción y de engaño. Creo que el narrador de Muchacha punk es un pequeño infierno de recursividad, obsesión, neurosis y nostalgia. Eso está bien. No todos los libros deben ser amables, en todo momento, con un lector.

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Las puertas del infierno de Antonio Soler (ed. H. Kliczkowski): Este librito me recordó a Juan Carlos Onetti. Los niños crueles que no pueden escapar de sus circunstancias, sus apodos, sus orígenes y que hacen una amistad salvaje. Es un alivio que este libro sea tan breve porque pronto se convierte en un abismo, una incomodidad.

El canon de la normalidad de Marta Sanz (ed. H. Kilczkowski): Lo compone principalmente el fragmento de la novela del mismo nombre y es el diario de una mujer perturbada. Quizás influyó mi lectura de Tanizaki (y de Fogwill) pero todo el tiempo me estuve preguntando si la mujer no estaría mintiendo o si no escondía pedazos vitales de información acerca de la situación en la que se encontraba. El canon de la normalidad, de algún modo, coronó el 2015 como el año de la desconfianza al narrador. Empecé a dudar de todos los narradores que leía.

Cien años de humedad de Marco Antonio Almazán (ed. Jus): Me parece que, hoy en día, es muy difícil encontrar los libros de Almazán y eso nomás los hace más sabrosos. Cien años de humedad es una compilación de las columnas que escribía este señor y contienen harto humor y sátira mexicana. Todavía se disfruta y mucho. Está suave para leerlo un domingo en la tarde o un lunes en la noche, antes de dormir.

Animal acorralado de Geoffrey Rush (ed. Luis de Caralt): Hablando de narradores poco fiables, este es uno de ellos pero además no te da tiempo de desentrañar sus secretos porque te lleva de la mano por una huída frenética. ¿Quién lo persigue? ¿A quién intentó matar este hombre que ya no pueden dejarlo en paz? Animal acorralado fue una de mis lecturas más satisfactorias. Una combinación de thriller y de novela negra que sentó bases para todo el género. Robert MacFarlane escribió su experiencia de relectura en The Guardian y además se propuso a buscar el lugar donde ocurría la novela para hacer un mapa.

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Isla de bobos de Ana García Bergua (ed. Era): Novela de ficción histórica y plagada de humor negro. Unas mujeres se quedan varadas en una isla de bobos (Clipperton) y cuando regresan, tratan de reconstruir sus vidas pero no contaban con el mecanismo de la popularidad, del amarillismo, del Estado (LA PATRIA) y de la burocracia. Es una historia de amor y de como una nación en llamas puede arruinar las memorias de los individuos. Ah, pero también es graciosa, no se vayan con la finta.

El sol desnudo de Isaac Asimov (ed. Random House Mondadori): Parte del año pasado decidí dedicárselo a Asimov y sus historias de robots. Mi esposa ya no me aguantaba porque después de cada lectura me dedicaba, sistemáticamente, a arruinar los libros (sí, ella es fanática). Claro, lo hacía por molestar, la verdad es que Isaac Asimov aprendió a dominar un flujo envidiable para narrar historias y, a veces, hacerlas entrañables. Quizás, de todos los libros que leí de él, recuerdo con mucho cariño El sol desnudo; Asimov reveló no sólo su capacidad creadora pero también una cierta aspiración artística que tenía velada por el placer de divulgar ciencia y hacer dinero.

La larga marcha de Stephen King (ed. Debolsillo): Por fin, después de mucho tiempo, pude recuperar este libro que era una de mis lecturas obligadas para iniciar o cerrar el año. Después de más de diez años de abandonarlo, al regresar me sentí en un paraje post-apocalíptico algo familiar. Me reía a carcajadas con el humor mordaz de los caminantes mientras pensaba en mis primeros años como lector. Siempre voy a recomendar La larga marcha. Es un libro que me ayudó a sobrevivir la pubertad y la adolescencia. Y su lectura, a mis 34 años, todavía me hace sumamente feliz.

Motel Bates de Yussel Dardon (ed. Tierra Adentro): Tengo dos pensamientos muy distintos de este libro: me gusta mucho el primer laberinto, el de los cuartos de hotel que contienen asesinos y sangre y guiños sobrenaturales a Hitchcock y otros genios, pero tengo dudas por la otra mitad del libro, hay un súbito cambio de tono y se separa, o se aleja, o corre en dirección contraria de la primera parte. A saber. Motel Bates es un libro de microficción y si les gusta el horror, el cine de suspenso o los laberintos, creo que bien podrían disfrutar este.

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Mitos de Elisa Ramírez Castañeda (ed. Pluralia): Mitos mexicanos y sus variantes en distintas culturas dentro de nuestro país. Si mal no recuerdo, uno de mis fragmentos preferidos, es cuando un tlacuache (o quizás era el conejo… lo siento, pero es parte del encanto del libro: los animales siempre están cambiando, los espíritus aunque son gemelos actúan distinto dependiendo de dónde se encuentren) se mete a la casa de los dioses para robarse el fuego y los dioses le ofrecen mezcal y cigarrillos, y dicen algo así como: siempre ten los cigarros y el mezcal listo para tus amigos, son buena ocasión para conversar y hacer fiesta. Son cuatro volúmenes que desarrollan cuatro aristas de historias y tradiciones mexicanas. Las ediciones están hermosas.

La jungla de Asfalto de W.R. Burnett (ed. Ediciones Orbis): Novela negra y de crímenes. Es mejor leerla antes de asaltar un banco o un jueves en la noche, como un paliativo antes del viernes de arrabal.

The Woman in White de Wilkie Collins (ed. Penguin Classics): Una novela de crímenes que juega un poquito con lo gótico y elabora varios misterios. Así tuve el placer de conocer al conde Fusco, uno de los personajes más curiosos y entrañables de mi 2015. También tiene un efectivísimo juego de voces que vislumbra los inicios (o el saludable desarrollo) de la novela psicológica. Yo la leí gratis, pueden bajar el libro electrónico en la biblioteca gutenberg. El inglés es para nivel medio-alto. Llegué a esta novela gracias a La larga marcha: uno de los personajes la menciona como su libro preferido en un momento de tensión y el título se quedó ahí, en mi cabeza, con ganas de ser explorado.

Lo bello y lo triste de Yasunari Kawabata (ed. Emecé editores): Diría que es un libro de berrinches infantiles pero, sí, va más allá de eso. Obviamente. Por favor, si lo escribió un premio Nobel. Simona. Ya en serio: alguna vez anoté en mi libreta que el libro provoca una interpretación y una apropiación del arte occidental y su probable resultado dentro de la cultura japonesa. Quizás anoté ello por las pinturas y las fotografías mencionadas, además de la resonancia que tiene este libro con Lolita de Nabokov. A saber. Todavía no sé si regresaría a Lo bello y lo triste para confirmar o estudiar la exageración de mis anotaciones. Lo que se disfruta: las descripciones, los paisajes, los motivos, los sentimientos.

Diferencias de Goran Petrovic (ed. Sexto Piso): Dos pensamientos de este libro: fue una tortura leerlo pero también, algunas veces, fue agradable. Quizás lo menciono porque me gustó el estilo de Petrovic: el título de un fragmento y luego ese fragmento que compone un pequeño universo cotidiano. Todavía no entiendo si escribió cuentos o novelas cortas o una combinación de ambas cosas. Aunque las historias no influyeron mucho en mi perspectiva del año, su estilo definitivamente provocó una búsqueda por entenderlo o desentrañarlo.

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Deja que los dioses mentirosos duerman de Roberto Ochoa (Kindle): Un día llegó este libraco a mi correo porque el autor me pidió una opinión sincera. Esta novela es resultado de un NaNoWriMo y un autor primerizo; no por ello la desdeñé, al contrario, siempre me ha gustado una cierta variedad en mis lecturas. A veces. Bueno, sobre todo cuando estoy leyendo Moby Dick que es tan aburrido como la cara de Keira Knightley. Deja que los dioses mentirosos duerman, además de tener un título envidiable, es la historia de varios chicos que hacen una comunidad casi por accidente y descubren un mundo sobrenatural que empalma con el suyo. Aunque tiene sus problemas de redacción y de tiempos verbales, la historia es sabrosona y fácil de leer. La pueden adquirir por acá.

Northern Lights de Ángel Valenzuela (Novelistik): Como experimento y con la ambición de ganar un concurso, Ángel Valenzuela escribió Northern Lights, una novela erótica que narra la exploración sexual de dos amigos que hacen un road trip para ver las auroras boreales. Ángel usa un lenguaje dinámico y norteño para contar esta historia y provoca sensaciones chingonas en el lector. Lo arrastra, pues, sin importar el género que practique o crea practicar. Escribí más de esta novela en mi columna de La Jornada Aguscalientes. Por supuesto, si hacen una cuenta en novelistik, pueden ir a leerla.

Proust de Samuel Beckett (ed. Tusquets): Para cerrar el año me leí este ensayo brevísimo de Beckett acerca de Proust. Creo que Tusquets no le puso una tipografía más grande a la edición porque es un crimen. No es muy bueno que digamos, arranca muy mal y tarda en agarrar forma, pero… quizás lo más rico es que recordó mi lectura de Proust y casi obligó a un impulso de relectura. Me contuve. Al final, espero a Godot y que Beckett sea mejor ensayista en otros temas. Ah, sus conversaciones acerca del arte aunque provocan una que otra sonrisita tienen el problema de que están mal acompañadas.