Labyrinth

De niño, cuando vi Laberinto, me fue difícil dormir tranquilo. Entonces tuve un hermano.

The Man Who Sold the World

Como la mayoría de mi generación, la escuché en los labios de Kurt Cobain. Y fue por esa canción que acepté la presencia de Nirvana en mi vida. Creía que un grupo capaz de crear mitos, leyendas y espíritus tan poderosos a través de sus canciones merecía ser escuchado una y otra vez. Pasó el tiempo y alguien me sacó de mi error: no es de Nirvana, sonso, es de David Bowie. You little tosser. En la Wikipedia hay un poco de contexto acerca de esa canción y recuerdo haber leído que a Bowie le fascinaba, de algún modo, la interpretación de Kurt Cobain. Cuando explica la canción: “ese amplio vacío juvenil, ese delirio por el que estamos solos y enfermos”. El hombre que vendió al mundo es el diablo, pero es un diablo cínico e indiferente, es un diablo desencantado con sus maldades y decepcionado del silencio de Dios.

Life on Mars?

Unos años después, vi la serie británica de televisión con el mismo título que la canción de Bowie. Desde entonces, mi persecución por crear ficción que me satisfaga no es lo mismo. El ruido blanco, la tecnología, la interactividad, las redes sociales y una vida hipervigilante por todo lo que hacemos (o eso creemos, o eso queremos creer). Entonces Bowie canta Life on Mars y agrega ese pedazo de nostalgia a una vida rutinaria, colmada de distracciones y deseos, desbordada de instantes banales y francamente pornográficos. Look at Those Cavemen Go. Sí, quizás debí ser más prudente y debí haber leído un puñado de novelas cyberpunk para llegar a la misma conclusión a la que llegué con Life on Mars.

Space Oddity

El año pasado, por alguna misteriosa razón, empecé a escuchar Space Oddity al menos una vez al día. Supongo que me sentía como un astronauta abandonado pero no sabía como decirlo, o como enfrentarme a ello. Sí, quizás.