Hace muchos años, un sábado en la tarde, mientras chateaba desde una sala de IRC, en el canal México de una red underground donde yo era operador (es decir… era como uno de muchos cadeneros en el antro. Ahora voy a jackearles la cabeza, esperen, no se muevan: pu pi pu pu pi pu) leía los mensajes habituales: ¿alguna chica para un chico?, ¿alguna chica quiere ver por cámara a un chico?, ¿alguna chica quiere ver la foto de un chico? y ya imaginarán la progresión que culmina con una foto de Quique Garay.

Entre los mensajes enviados al canal leí algo que picó mi interés por ser distinto, era un usuario desconocido para mí pero me fijé porque escribía bien, es decir, al menos ponía los acentos y las comas en su lugar y cuando se vive en canales underground y en la dark web uno aprende a fijarse en esas cosas.

“Vayan ahora mismo al cine a verla porque está buenérrima”, dijo aquel hombre, o mujer, o inteligencia artificial, o espíritu travieso. Platicó lo mucho que le gustaron las actuaciones, y cómo esta película sí le dio miedo, y avisó que no quería dar spoilers pero después empezó a construir una torre de pistas y obviedad, aparentemente tímido pero también un poquito taimado: “y está bien bueno como Bruce Willis usa la misma ropa toda la película”, “y tienen que fijarse siempre que cuando aparece Bruce Willis hace frío” y “les recomiendo que recuerden la primera escena, es bien importante, ¿sí saben cuál? Esa donde le disparan a Bruce Willis desde el principio”.

Sí, pues, nomás le faltó decir que estaba muerto. Después de patear y negarle el acceso al tipo dentro del canal, recogí mi chamarra y fui al cine a ver El sexto sentido. A pesar de todo me divertí, pero al salir, como pocas veces, tuve el presentimiento de que descubrir el misterio yo mismo, a medida que veía la película, hubiera mejorado la experiencia. En estos tiempos el internet es una presencia constante, nomás hay que pensar todo lo que leemos en facebook al día, así que huir de los spoilers es una pequeña (y grandiosa) lucha banal. La tía nos contará la nueva de Star Wars, queramos o no. El internet está matando nuestra capacidad de conservar secretos, incluso los tontos, como los giros de una historia. El sexto sentido es uno de los ejemplos perfectos: es un tipo de película que se ve en el cine para hacerle al detective, para completar lo que está pasando y sentirse más listo que los actores, que el guionista y los centenares de personas que conforman la producción. Y esa experiencia puede romperse fácil con un par de clicks.

Vienen spoilers de Star Wars, aunque trataré de evitarlos o velarlos, los invito a dejar de leer si no la han visto. Los más abusados se darán cuenta, avanzados unos minutos, que la película es como una especie de reflejo oscuro de la trilogía original (episodios IV a VI) y que las sorpresas son mínimas, incluso creo que depende de ello para provocar reacciones interesantes en el espectador: en algún momento, empecé a temer por los personajes porque las cosas empezaron a ocurrir en reversa, en el otro lado del espejo.

Unos días antes del estreno, en mi timeline de twitter, alguien publicó los tres pedazos de información más importantes de la película. Tres pedazos que tenían sentido y que, juntos, en mi imaginación, hacían una película decente. Es decir, alguien me quitó el placer a jugar al detective porque ya tenía un modelo para armar. ¿Star Wars es un misterio? Sí, pues, gracias al marketing y al fanatismo que rodea a Star Wars, quiéralo uno o no, la película se convirtió en un monstruo de anticipación: muchos necesitamos saber de qué va y muchos necesitamos saber si cumple nuestras expectativas (el logro, el fracaso, la antipatía).

Unas ideas breves acerca de la película:

Ya sabemos hasta el hartazgo que George Lucas basó la construcción de su serie en El viaje del héroe, de Joseph Campbell. Algunos hemos leído y estudiado al héroe de las mil caras y, con cierta pericia, podemos ajustar esta serie de pasos para explicar la estructura de casi cualquier historia y así, de un modo extraño, apropiarnos de ella en otro sentido, uno más… humano, inexorable, milenario, místico.

Creo que uno de los grandes aciertos de esta película de Star Wars, es que nos presentan el viaje de un villano. Kylo Ren es el antihéroe: el aprendizaje, la tentación, la muerte del padre (o del abuelo), el botín y la experiencia. Kylo Ren es una ironía: se burla de Joseph Campbell y también de la trilogía anterior. Es el niño furioso que desea separarse a toda costa del pasado, de la maquinaria indestructible que creó Lucas y hacerse su propio lugar en el mundo. Pavimentar el inicio y limpiar la cartilla para iniciar un nuevo siglo de películas y merchandising.

Y a la vez, Han Solo nos trae el recuerdo familiar de la trilogía anterior. Quizás no es accidente que tenga más tiempo en pantalla que los otros dos: Leia y Luke. Han Solo es el rebelde, es el chamaco (bueno, ya no tanto pero…) que se burla de sí mismo y de lo que ocurre allá adentro. Nos lleva de la mano, con su sonrisa chueca y su maldad encantadora, a través de los planetas, las persecuciones, la mitología original de Star Wars. Han Solo se encarga de redimir la precuela y pavimentar el camino a la trilogía futura. Un momento curioso de la película: parece que Han Solo, en el momento que acepta creer en el mito, pavimenta el camino hacia su destino y por ello termina en el puente, y de cara a cara, frente a su hijo.

La última breve: los dos personajes que realmente inician la película, son personajes enmascarados y son un guiño encantador a las fuerzas teatrales: la máscara blanca y la máscara oscura. Ya sabemos que Kylo Ren es el antihéroe, el niño del berrinche que necesita sacar esta trilogía del modo que sea necesario, mientras que nuestra máscara blanca es un cobarde, un miedoso, un hombre sin nombre parecido al espectador nuevo, al que primera vez entra al universo de aventuras, de alienígenas, de momentos chuscos y tontos. Finn no quiere estar en la película, pero ya qué, está encerrado en el reflejo retorcido del viaje del héroe y no tiene de otra. Finn empuña el sable jedi porque es nuestro reflejo, es el payaso oculto entre los espectadores que ya se sabe todas las rutinas y todos los caminos, pero hace como que no para que tengamos un cómplice.

A pesar de que no pude jugar al detective, disfruté mucho la película y les deseo, con o sin spoilers, que la disfruten igual o más que yo.

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La imagen que ilustra este post fue ilustrada por David Alonso Lara (DarthTemoc). La tomé sin permiso. Espero que no le importe. Aquí pueden ver su DeviantArt.

Este post fue publicado originalmente en La Jornada Aguascalientes:

El spoiler / La escuela de los opiliones