Y no soy el de antes
Creí que las madrugadas largas, de cigarrillos consumidos, y escándalos urbanos y nocturnos, durarían toda la vida. Hola, lugar común: el ruido del televisor desafía al de una máquina de escribir. Tamborileo los dedos. Nomás falta el whiskey, la maldita rubia, el amante invertido, el negro amable. En mi ficción de lugares comunes que se repiten descaradamente, soy el animal más peligroso de todos: The middle age white man. Ja. Escribir. Esos eran mis sueños infantiles y ñoños de lo que era ser un escritor. Ya que estamos en esas: ten cuidado con lo que deseas.
Soy el mismo de siempre
Después de todos estos años, después de todos estos años… Pienso todavía en la misma gente; me pregunto si así como me siento se habrán sentido. Me pongo otros zapatos: ¿habrán sufrido la misma ansiedad que yo? ¿habrán sentido la misma decepción por envejecer? Hago un gesto. El amor me hizo otro. Soy otro por la persona que decidió estar conmigo. ¿Será? Bueno, he dejado de preguntarme por lo que sienten los otros para tratar de entender que siento yo. He abandonado a los otros porque quiero ser mi propia carga. Sí, regreso: he perdido tanta gente, he sido testigo de como las cosas se deshacen fácilmente entre tus manos, que ya me rendí y pienso que me puedo deshacer en cualquier momento. La mortalidad me atrapó. El amor, como otras cosas, es mejor disfrutarlo paso a paso. Pero todo se pierde, todo se acaba, todo se muere. No soy el mismo: estoy demasiado consciente de la finalidad de las cosas. Mi vida está bien. Pero mi vida terminará en cualquier momento y eso también es lo justo. Antes vivía en un simulacro. Hoy lo sé.
Simulacro de perdición y luz
Blanco y negro. El humo de un cigarrillo que deseo pero no puedo fumar porque me destroza los nervios. Novela negra. Película noir. El héroe está doblando su ropa. ¿No que muy decadente, perrito? ¿El vel rosita si está permitido en esta toma? La consciencia de que todo está perdido no es una excusa, pero es la libertad. Haber visto la sangre de un asesinado y perder a tanta gente en un año, lo único que provocó es un intenso deseo por vivir con franqueza. Mi familia también me abandonó pero qué importa. Los pequeños gozos seguirán siendo luminosos. Aceptar sangre y muerte también es una responsabilidad con la vida. Si estoy vivo, y nadie me ha llevado todavía, lo he dicho hasta el hartazgo: más vale disfrutar el tiempo que nos queda juntos, ¿vale?